A dos años de cerrar la segunda década del siglo XXI en Veracruz, dos grandes realidades se observan en la vida estatal. Dos clases de veracruzanos predominan en el territorio: los hijos de las familias pobres y los hijos del nepotismo en la política. Ambos, en fatal aumento. Por desgracia, imparables en los años recientes.

Y este desafortunado descubrimiento obliga a molestos cuestionamientos sobre progreso, igualdad social, honestidad, ética, moral, corrupción y atraso. Cada persona podrá vincular a estos conceptos, cualquiera de las dos situaciones mencionadas. Y regularmente hay coincidencias en las apreciaciones.

El domingo pasado El Universal presentó un análisis sobre el crecimiento de la pobreza en el país que título «Y no. Alternancia en estados, no merma la pobreza».

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Con datos de la última medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), ese periódico informó del crecimiento de la pobreza en México entre los años 2014 y 2016, señalando que actualmente 53 millones de personas están afectados por esa lacra social. Indicó que sólo en nueve estados hubo reducción de pobreza, pobreza extrema y vulnerabilidad por ingresos.

Aseveró que Veracruz fue el estado que tuvo el mayor incremento con un 9%, llegando a 5 millones 49 mil personas en situación de pobreza, es decir 415 mil veracruzanos más en ese corto periodo.

Y necesariamente surge la pregunta sobre las verdaderas posibilidades de que la población mejore su nivel de vida. Pero también en Veracruz, paralelo a esos aumentos en el indicador, y un alto crecimiento de jóvenes en pobreza, de norte a sur del estado surgen como la maleza en el camino, los casos de jóvenes hijos de políticos veracruzanos, quienes por ese simple hecho, obtienen cargos o ascienden en el escalafón político y social, como si se tratara de reinos, de monarquías o de empresas del sector privado donde los padres pródigos, entregan el poder y los caudales a los hijos.

¿Acaso la pobreza de los estados puede tener relación con el aumento del nepotismo en las instituciones nacionales?

En Veracruz los ejemplos son muchos y variados. Los jóvenes muchachos García Escalante de Pánuco, los Yunes Márquez de Boca del Río, o Juan Nicolás Callejas hijo, en el sindicato de maestros y en el control político del Congreso local, amén del triste caso del ex alcalde xalapeño Américo, elevado a los altares en procedimiento meteórico por haber sido hijo de Guillermo Zúñiga, uno de los políticos tradicionales del priismo veracruzano. En el puerto, un caso parecido fue el de Ramón Poo Gil, hijo de un empresario, exalcalde y político jarocho del equipo de Dante Delgado.

Pero en la geografía veracruzana hay muchos otros ejemplos en los que los padres tratan de heredar cargos políticos a los hijos, sin pudor ni rubor alguno. Herencias o reminiscencias de aquel famoso «orgullo de mi nepotismo» que acuñó el expresidente José López Portillo, en alusión al cargo público que le regaló a su primogénito durante su terrible gestión.

Mientras en el estado creció la pobreza y no la pudieron parar las entregas masivas de despensas de los programas «Adelante» y «Veracruz comienza contigo» o de la «Cruzada contra el Hambre», que tanto presumió la reina Anilú Íngram en sus tiempos florales en la delegación federal de SEDESOL, el gobernador Yunes Linares ha consolidado a su hijo Fernando en la alcaldía de Veracruz y avanza para concretar ese anhelo dinástico con Miguel Ángel –otro de sus vástagos- en la gubernatura.

Para no quedarse atrás, Héctor Yunes, se esfuerza con denuedo por conseguir el triunfo electoral, no de Pepe Yunes, el candidato a gobernador de su partido, sino de su hija Andrea, la que, desde luego, sueña con ser diputada federal por Boca del Río.

Así hay otras carreras ultrasónicas que debieran revisarse: Recordemos a Ainara y Bingen Rementería. Pero Jazmín Copete, Marina Pérez Garay, Atanasio García, Martha Utrera, Benito Picazo, Gilberto Guillén y otros con esas convenencieras mañas, podrían relatarnos algunas sabrosas crónicas sucesorias.

Son los logros familiares y patrimonialistas que permite nuestro generoso sistema político. Y continuarán sucediendo, no faltaba más. Porque, ¿a quién preocupa que el número de pobres crezca en Veracruz por cada día que pasa?

Habría que preguntar a todos estos jóvenes orgullos del nepotismo jarocho, si creen que existirían en el escenario político, si no hubiesen recibido el sagrado impulso de sus señores padres.

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