Alguna ocasión en respuesta a un iluso colaborador, un reconocido secretario de gobierno jarocho, contestó que en el terreno de la política era muy difícil encontrar a gente honrada. Honestos, honestos -dijo, entrecerrando los ojos-, prácticamente no los hay, hay algunos “honestones”, y eso sí, muchísimos pillos. Y te diré una cosa, remató ansioso por cambiar el tema, a veces, ni en la propia iglesia los encuentras.

El comentario sale a colación en estos meses que se viven bajo un firmamento guinda, y en los que dos situaciones han llenado la breve historia de los siete primeros meses del gobierno morenista: una, las ocho ocasiones en que el presidente de la república ha restregado a los veracruzanos, su total convicción de que Cuitláhuac es un hombre honesto y eficiente; la otra, el reiterado tema del nepotismo en que incurren el mandatario local y algunas personas de su familia.

Respecto al tema de la honestidad, esto tiene demasiadas aristas y varios enfoques, según el cristal con que se mire y la moral que corra entre la sociedad. 

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La leyenda cuenta la anécdota de un gobernador que llegó a presidente, y que nunca fue relacionado con actos de corrupción. Y dejó una reveladora enseñanza: un día, uno de sus compadres lo visitó para pedirle un puesto para uno de sus yernos. Quiero que le des la garita de Puebla -le pidió prepotente al jefe de la república-; es un joven preparado y muy honesto. De manera firme, don Adolfo Ruiz Cortines dejó perplejo a su visitante cuando le contestó: “¿Y cómo lo puedes asegurar, acaso tu muchacho ya estuvo donde hay?”

En materia de corrupción en Veracruz, ha habido de todo y para muchos, desde el militar Antonio López de Santa Anna, “El 15 uñas”, hasta los doctorales Javier Duarte y Karime Macías, su dama de la abundancia.

En relación al nepotismo, el tema no es nuevo ni exclusivo de Cuitláhuac García Jiménez. Y el asunto es más de ética y moral, que de penas y castigos. Los casos son varios. Hubo un gobernador charro y ecologista que dispuso un presupuesto y le creó un área especializada a una dama que, dicen en el pueblo, le alegraba los días al entonces Ejecutivo. Hubo otro gobernador muy honesto y con mucha soberbia, cuyo negociante hermano zopiloteaba las candidaturas priistas y los botines de las bandas delincuenciales que exprimían a productores y comerciantes de la zona central del estado.

Después hubo un gobernador que colocó en una subsecretaría de SEFIPLAN a uno de sus sobrinos, a quien sus malquerientes apodaron “el quintito”, porque el muchachón era pariente, pero en quinto grado, y solo por ello logró conservar el nombramiento.

Enseguida llegó un gobernador con amplia visión y carisma social, cuyo “hermano” putativo era famoso porque estaba en varias nóminas y conseguía contratos de obra por doquier. Ambos, por cierto, beisbolistas de corazón y con raíces cuenqueñas, como el mismísimo AMLO. 

Y qué decir de Javier Duarte, un gobernador que cedió las llaves del tesoro y el reino, a su señora esposa (ahora en periplo turístico por Europa) y a la parentela de ella -el audaz Tony Macías, hermanas, primos, sobrinos y un largo etcétera-, amén de que a sus queridos hermanos Duarte de Ochoa, los dejó bien refaccionados con hoteles, empresas, taxis, terrenos y otros caprichillos delicatessen. 

Si se habla de nepotismo, la muestra mayor de las últimas décadas la protagonizó la familia Yunes Márquez, con un gobernador, con un alcalde y con un candidato a la gubernatura que no pudo llegar a la meta, no obstante la enorme cantidad de recursos públicos aplicada en ese fin.

Por tanto, y siguiendo los exigentes cánones de la picaresca veracruzana, es aceptable la argumentación en favor de la permanencia de Eleazar Guerrero en el puesto que eligió, y en los que dispuso para toda su familia y amigos. Si no, entonces, para qué es el poder. Como publicita en sus redes el mimado Eleazar, la andanada de ataques que le mandan, es porque ha vigilado con celo y hasta la muerte política, que el presupuesto público no se gaste en embutes y chayotes a periodistas. 

Considerando los antecedentes y la autorización preliminar de la contralora Leslie Garibo, puede determinarse que la colección de actas de nacimiento de la familia, que el que ya saben, consiguió con alevosía y ventaja, pueden servir para que en el palacio de gobierno, alguien se siga abanicando a discreción, disminuyendo así los ardientes calores de verano.

Hay que relajarse, no pasa nada.

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