El 3 de mayo pasado hubo un fatal accidente en el Metro de la Ciudad de México. Esa noche fallecieron 26 personas y 78 más resultaron heridas cuando dos vagones de la Línea 12 cayeron a causa de deficiencias estructurales de una trabe que sostenía la vía elevada que se partió en dos.

A más de 40 días del trágico suceso no hay un dictamen que explique lo que sucedió y cómo fue que aparecieron las fallas que causaron el luto y la afectación a decenas de familias de la capital del país. Puede decirse que el informe técnico que demanda la sociedad sigue manoseándose en algún horno oscuro, con la finalidad de salvaguardar a los empresarios o funcionarios culpables de ese accidente que horas después fue calificado como “incidente” por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum. 

Porque la gente ve que transcurren los días y no se entiende el retraso para explicar detalladamente los hechos y tampoco los bochornos y el nerviosismo de la señora. ¿Qué es lo que se quiere manipular, desviar o reencauzar?

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La sociedad sabe que los culpables de esas muertes provienen del entorno de dos encumbrados personajes: del funcionario responsable de la obra en la administración de Marcelo Ebrard y de los responsables técnicos de la constructora a cargo de esa edificación, propiedad del empresario Carlos Slim.

Lo demás que quiera encontrar la 4T para escurrir el bulto y aligerar la culpa, lo tendrá que buscar en los funcionarios encargados del mantenimiento en las épocas de Miguel Mancera y la propia Claudia Sheinbaum. Aquí el asunto se circunscribe a dos partes: al empresario consentido de López Obrador desde que él fue jefe de gobierno del Distrito Federal y al gobierno de izquierda de la ahora denominada CDMX en lo que va del siglo XXI, encabezado por Ebrard, Mancera y Sheinbaum, en ese orden.

Carlos Slim no va a querer pagar los platos rotos de la Línea 12, porque el hombre de negocios sabe cuidarse de no perder. Ejemplo de ello es su actual manipuleo a la ley y su estrategia de quiebra empresarial para dejar de pagar sus pensiones a los jubilados de Teléfonos de México, a cambio de convertirlos en accionistas, situación que ha provocado mucha inquietud y litigios en áreas laborales, en las calles y en los tribunales nacionales. El ofendido sindicato se viene reuniendo cada semana y hace marchas para defenderse de lo que consideran un atropello, que quiere terminar de concretar el magnate beneficiado del obradorismo, en detrimento de los intereses y derechos de miles de trabajadores de TELMEX en todo el país.

Y el asunto de la Línea 12 del Metro se agrava por la repercusión internacional que le está dando el reciente reportaje del New York Times, que ya tuvo la tradicional respuesta evasiva y escurridiza de López Obrador.

Lo que debería hacer AMLO es asumir el acontecimiento y que paguen los que deban pagar por esas fallas constructivas o de mantenimiento. Y lo que tendría que hacer la señora jefa de gobierno en la capital del país, es indemnizar adecuadamente a los deudos y afectados, y principalmente, dejarse de hornos y bochornos, sacar la casta y la responsabilidad que corresponde a una académica y honorable funcionaria emanada de la UNAM, si es que aún recuerda esos atributos que alguna vez mostró orgullosa.

Los mexicanos son personas analíticas y atentas del acontecer nacional. Si a Sheinbaum le gustan los chorizos de orden culinario -y a colores- los puede ir a degustar en la capital toluqueña, a pocos kilómetros de sus oficinas. 

AMLO, Slim, Marcelo y Claudia viajan en el mismo barco y afrontan la misma tempestad. Eso sabe la sociedad que no se deja engañar. Y la sucesión se acerca en el horizonte. 

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