Desde hace muchos siglos y con pocas palabras, los poetas han tenido el don de narrar lo que sucede entre los seres humanos; también el de adivinar hacia dónde va el mundo. Al analizar detenidamente el mensaje contenido en cada verso o en cada línea de un poema, al poco de reflexionar sobre ello, el lector podrá hacer una serie de descubrimientos, en una o en varias direcciones.

Y para comprobarlo con respecto a los candidatos a la presidencia de la república, basta con leer Hay que bailar como los astros, el poema de la veracruzana Maliyel Beverido, cuando dice: Hay que bailar a ciegas/ que nos guiñen los que están dormidos/ que los despiertos nos sueñen/ y nos descubran los no nacidos/Hay que bailar resueltos, convencidos/que no haya duda en nuestros gestos/ y nuestra vibración sacuda tanto/ que se agrieten los firmamentos.

Y pareciera que la poeta aleccionó a López Obrador en su actuar, y que el tabasqueño logró sacudir tanto al sistema, que éste decidió en favor del Peje, para que ocupe la silla mayor del Palacio Nacional este mismo año, después de aprender a bailar con y como los astros. Con ese objetivo, primero creó el partido MORENA.

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Acto seguido, el sistema echó a perder al PAN, el principal partido opositor del Peje, dinamitándolo y alejando los valiosos segmentos que lo conformaban. Se fueron sus más importantes actores -Margarita Zavala y otros- a aventurarse por otros lados, y dejaron al frente de lo que quedó, a un aventurero ambicioso que tuvo que formar otro frente con otros aventureros ya fraccionados. Por el lado del PRD, envió las señales de humo adecuadas para mandar en distintas direcciones a las tribus y caciques que le daban sustento.

El sistema también pulverizó al PRI. Y para asegurar su bajo rendimiento, colocó como directivo, que no líder, a un personaje sin la mayor importancia y sin discurso. Antes empujó a sus imberbes gobernantes puestos a modo, a que se llenaran de lodo, permitiéndoles robar escandalosamente. De todo ese corrompido mejunje, sólo quedaron tres despintados colores en los que envolvieron a un dispuesto candidato venido de otras tierras políticas, pero sin mayor poder de convocatoria.

Y dentro de este conjunto de hechos, el sistema -en el que todos estamos, por gusto o por conveniencia- nos mostró al nuevo mesías, que irremisiblemente debía unirse a ellos y a nosotros, si quería ganar. Por eso López Obrador, ha cobijado a todos con el mismo cariño e interés, sean militantes y adeptos ciegos o convencidos; sean empresarios, políticos venidos de todos los partidos, intelectuales exorgánicos, pensadores independientes, periodistas afines o prófugos del sistema, delincuentes de cuello blanco, exgobernadores señalados por la sociedad, y hasta con la inusitada promesa de perdonar a narcos y criminales que quisieran sumarse. Su manto protector, como el de la Virgen de Guadalupe, convertido en logotipo intangible del partido MORENA, es tan amplio, como las posibilidades de existencia en ese mundo paradisiaco y de fe dogmática.

Como puede comprobarse, Andrés Manuel López Obrador aprendió a bailar, luego de dos fallidos intentos por hacerse de la presidencia. Alineó a los astros y ahora baila con ellos. Con suficiente galanura y desenvolvimiento, baila tal como los astros que gobiernan México: los económicos, los políticos, los ciudadanos urbanos y campiranos y los votantes fieles o no, y además todos aquellos que aparezcan en su ruta. Y todos a una, vigilan con celo las distintas danzas, a efecto de que en ninguna de ellas pierda ritmo y seguidores.

Ante esta realidad increíble, los candidatos de las otras divisiones divididas, están bailando desentonados y desmadejados.

Andrés Manuel es el más aventajado en el baile de gala. Sabe bien que Hay que bailar como los astros/solitarios al unísono/ ciertos y secretos.

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