29.03.2016

No sabemos si después de la palabra amor, justicia sea la expresión que más ha usado el ser humano desde su aparición. Somos conscientes de que vivimos en un país donde la gente muere envenenada exclamando justicia aunque atraviesen un inmenso pedregal, con pocos o ningún logro.

En Veracruz existen muchísimos casos donde el reclamo de justica no deja de ser alarmante. Con frecuencia las autoridades usan y confunden la legalidad con la justicia. Cierto es que, todo lo que se encuentra en las leyes es legal, pero ello no significa que sea justo. Quizá la confusión se origina porque reside la idea de que hay que dar a cada quien lo que le pertenece o porque hay que darle a cada uno lo que merece.

Poco nos pertenece y poco merecemos. La vida es en sí un regalo que no nos pertenecía y probablemente no merecíamos, pero aquí estamos. Estando en la vida lo importante es vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo suyo, según dictan los ideales más antiguos de los que se tenga un buen registro.

La justicia busca que todos, pero todos, los valores adornen la buena convivencia social. La verdadera justicia no busca una visión política, ética, económica o sociológica. La justicia en si, es la que nos hace conducirnos a plenitud en nuestra existencia individual. Por ello el grito de justicia se reclama cuando en algunos de nuestros actos, o los de terceros, están siendo amenazados.

Los habitantes que salen a las calles para reclamar o exigir justicia, lo hacen por la necesidad de hacer valer sus derechos humanos y por alejarse un poco de la miseria que dejan las autoridades ante la falta de respuestas que muestran un sentir social y justo, no legal.

Si el reclamo es por una joven presuntamente violada por parte de unos presuntos violadores; o por la desaparición de jóvenes inocentes a manos de personas involucradas con el crimen organizado o por policías del estado, el Estado debe ser perceptivo a lo que se está demandando aunque no sea legal.

La justicia es singularmente sólida y la mayoría de las personas perciben su fuerza con poderosa irradiación desde que se tiene uso de razón. Las autoridades no pueden ignorar de que la evidencia social se está transformando en odio hacia las autoridades, y lo peor, hacia las instituciones del Estado.

No se puede confundir la exigencia de los derechos humanos con la propaganda política, ni evadir las responsabilidades legales con el recurso barato de una rueda de prensa.

Ya lo dijo Jaques Maritain: “El Estado no es más que un órgano habilitado para hacer uso del poder y la coerción y compuesto de expertos o especialistas en el orden y bienestar públicos; es un instrumento al servicio del hombre. Poner al hombre al servicio de este instrumento es una perversión política. El hombre no es en modo alguno para el Estado. El Estado es para el hombre.” (AF).

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