José Antonio Flores Vargas

En un evento en el World Trade Center de Boca del Río, realizado hace ya varios meses, en los días en que el candidato del PRI a la gubernatura iniciaba su campaña, se hizo famosa en Veracruz, aquella anécdota en que el gobernador Javier Duarte le regala una caña de pescar, señalándole que con ella podría atrapar algunos peces gordos que había en el estero.

Esta acción criticada por todos, aunque aplaudida por los seguidores de Duarte, se tomó como una burla al candidato priista, quien había reiterado su intención de castigar a quienes estaban medrando a costa de los recursos de Veracruz.

La sociedad estatal consideró esa actitud del gobernador como un desprecio al propio candidato, pero también como una burla a los priistas y a los veracruzanos en general, y una muestra palpable de su cinismo y de la seguridad de que jamás sería castigado por los resultados de su administración.

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Después vinieron las conocidas denuncias de la Auditoría General de la Federación, y más tarde las del SAT. Y cuando Miguel Ángel Yunes Linares ganó la elección, arreciaron sus ataques contra Duarte y sus colaboradores, insistiendo en llevarlos a la cárcel por sus numerosas corruptelas.

Sin embargo, el ambiente indica que se están tramando muchas cosas, que están alejadas de lo que es la justicia llana y lisa. Y desafortunadamente, los veracruzanos tienen dos características en su forma de ser: están muy politizados, y también, se han vuelto sumamente desconfiados.

La principal razón de esta desconfianza, es que independientemente de las fanfarronadas y actitudes de aparente despreocupación de Javier Duarte y los demás denunciados, ha trascendido entre diversos abogados expertos, que las famosas denuncias ante la PGR, no fueron correctamente elaboradas y muestran muy poca consistencia jurídica.

Ante ello, se ha llegado a pensar que esas denuncias se elaboraron con errores estratégicos y convenientes, para permitir la salida legal al todavía gobernador y a varios de los acusados. Entonces, ya instalados en la época de la simulación, simplemente debemos entender que este entramado organizado por la ASF y el SAT, sólo son señales de que el carnaval continúa todavía en Veracruz.

Los veracruzanos queremos creer que vivimos en el Estado de Derecho que consagra nuestra Carta Magna y que pregona el Presidente de la República. Queremos pensar que las malas actuaciones de los gobernadores señalados en la prensa nacional e internacional, que incluyen al de Veracruz, no pueden dejar de ser castigadas, por componendas en las alturas del poder.

Y deseamos fervientemente, comprobar que el robo organizado y sistemático de los recursos públicos de este estado, no puede quedar impune y ser olvidado como simple anécdota, al paso del tiempo, como alguna vez dijo Javier Duarte.

De ser así, para qué hacer tanto escándalo mediático. Para qué continuar haciendo escarnio de una sociedad que no vio el desarrollo prometido, pero sí constató el terrible endeudamiento con la banca, que por años atrasará más a Veracruz.

O tendremos que decirle a la Auditoría Superior de la Federación, que su algarada sólo fue caña de pescar, o cuando mucho una red para atrapar especies menores.

Si esta percepción se comprueba, dolorosamente podremos afirmar que nuestro país se ha hecho más pequeño.

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