José Antonio Flores Vargas

Los tiempos que se viven en Veracruz, han dejado una buena lección para muchos, así como inquietud para un buen número de funcionarios que temen por su futuro burocrático. Algo natural cuando se escucha por todos lados la palabra cambio. Las especulaciones son diversas, pero en realidad aún no hay nada.

Sin embargo, el acelere de algunos de los titulares de los denominados organismos autónomos, que han salido a defender sus posiciones, amparados en el “mandato constitucional”, lejos de mostrar madurez y prudencia, evidencia la escasa visión política con la que actúan en sus encargos. Historias hay muchas, y merece la pena contar alguna.

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Desde su lejana infancia, el titular de uno de esos órganos “autónomos”, supo disfrutar el ambiente de la feria y sus luces. Cuando niño, y hasta en la adolescencia, era asiduo viajero de los juegos mecánicos que llegaban a su barrio. Sus predilectos eran los caballitos, y sobre todo, los carruseles de coches y barcos que le permitían soñar en grandes travesías. Siempre pensó que la rueda de la fortuna le traería numerario y respeto. Todavía se recuerda aquella vez en que la mareante cima provocó que su aparato digestivo volcara sus humores en los curiosos que observaban desde abajo.

Con grandes esfuerzos concluyó una carrera de números que lo condujo a la verdadera rueda de la fortuna en el gobierno. El sexenio de Patricio Chirinos le mostró afortunado sino. Contando y vigilando materiales, conoció a su descubridor y mentor, quien en poco tiempo lo llevó por los caminos de la calidad total y la excelencia para la buena etiqueta y para el eficiente encubrimiento de la personalidad.

Su “brother” le aconsejó respirar antes de soltar palabra y así evitar el hablado corridito de los alteños; también la conveniencia de adoptar el gusto en el vestir de los lores ingleses.

Con ese aprendizaje y la calculada bonhomía de su mentor, logró atravesar océanos alemanistas, fidelistas y duartistas. Siempre cerca de tesoros y caudales y dentro del mejor equipo de filibusteros. Con el agua como su elemento y con ojo avizor, logró hacerse del timón de uno de los mayores barcos de Veracruz.

Se trata de un verdadero barco camaleón. Cuando su peso es menor o insignificante, hunde a pequeños navíos hasta el fondo, llevándolos a la tragedia y al olvido, transformándolos en pecios sin interés. En cambio, cuando los galeones van cargados de tesoros y caudales, su tecnología de punta le permite convertirse en barco fantasma, y en el mejor de los casos, conducirlos sin peligro hasta la isla de la fantasía, siempre a elección del capitán sorprendido in fraganti.

Sin embargo, nuestro noble timonel, jamás pensó en el maremoto que volteó de cabeza su elegante y fantástico mundo. Como sólo escucha el canto de las sirenas, hace unos días se le hizo fácil divulgar improperios y desafíos al dios de la venganza. Grave error. Parece ignorar que Poseidón suele hundir a sus adversarios y ahogarlos en el ponto.

La burbuja de jabón en la que vive el Titular del Órgano de Fiscalización Superior en Veracruz, no es señal de transparencia y rectitud. Solamente significa que habita en la isla de la fantasía.

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