Los titulares de la Universidad Veracruzana y el Órgano de Fiscalización Superior pasaron desapercibidos durante el sexenio anterior. Pereciera que para esos apetecibles cargos se buscó a la gente más incompetente, quizá para que estuvieran a tono con la pequeñez del exgobernador Cuitláhuac García Jiménez. 

El doctor Martín Aguilar y la licenciada Delia González suelen abrir la boca con más frecuencia de la necesaria, pero al hacerlo sólo exhiben mediocridad, datos pobres y lejanía con las responsabilidades legales.

Martín Aguilar trata de vendernos su mentira de que la universidad se ubica entre las diez mejores del país, situación que por desgracia no tiene esta casa de estudios en los rankings de las más importantes instituciones que evalúan a los centros de educación superior en el planeta.

Pero tampoco Aguilar se preocupó por el respeto a los derechos humanos de catedráticos y alumnos, como ha sido referido por el estudiantado, por los docentes y por los medios de comunicación en no pocas ocasiones. La violencia de diversos tipos contra los integrantes de la universidad, se contrarresta con mañas desde la rectoría y con autopublicaciones lisonjeras y engañosas desde la oficina del rector.

Si se habla de la cultura y las artes, la institución tiene su propia capillita de artistas, donde, por ejemplo, se abusa del son jarocho y se minimiza el jazz; o donde las publicaciones de la dirección editorial son para los cuates foráneos del jefazo. Por cierto, un estilo de reconocer el talento artístico, sumamente morenista, que no cabría en una institución “del saber y de las luces”.

Esperemos que la gobernadora Nahle ponga el ojo y el criterio en esta institución, y ponga el grito cuando le quieran poner incienso con una maloliente “Vela”, o cuando algún otro simulador quiera subir a rectoría con festivos volantes y proclividad a los volantazos peligrosos.

En el caso de Delia González en el ORFIS, cómo podríamos reconocer los ciudadanos una buena gestión de ella, cuando el gobernador a quien supuestamente fiscalizó, no entregó ningún resultado positivo, cuando éste construyó obras deficientes, sin planeación, cuando la seguridad pública desapareció, o cuando los empréstitos aumentaron la deuda pública estatal. 

Ahora la auditora sale a hablarnos de las empresas fantasma, con un guión diferente para cada ocasión declarativa. ¿Creerá acaso que la sociedad veracruzana es estúpida u olvidadiza?, ¿Creerá que su perezoso comportamiento, junto con sus asesores cabezas de lata, no son notorios y que no serán evaluados? o ¿Recurrirá a la victimización, argumentando que se ve afectada “psicológica y moralmente”, como lo hizo cuando su trabajo fue cuestionado por legisladores veracruzanos al presentar la Cuenta Pública 2021?. Lamentablemente en el ORFIS han “nadado de a muertito”.

Se agradecería que la gobernadora Nahle esté poniendo atención a este par de vivos que saben pardear y aparentar logros y honorabilidad.

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