“Soy un pobre venadito que habita en la serranía”, narra un famoso tema ranchero de Sonora. Y su mensaje se evoca a raíz del trágico accidente del Metro de la ciudad de México, que dirige la señora Florencia Serranía Soto, donde el pasado 3 de mayo fallecieron 26 personas y 78 más resultaron heridas cuando dos vagones del metro cayeron a causa de la falla estructural de una trabe que sostenía la vía elevada que se partió en dos.

 Y como el gobierno de López Obrador se asustó y adoptó la política del avestruz, protegiendo a la funcionaria y reconocida empresaria que no procuró el mantenimiento o no supervisó el estado de la línea 12, está dando como resultado que tres altos actores políticos de la izquierda mexicana están siendo venadeados por la opinión pública. 

Marcelo Ebrard, el promotor y constructor de la obra, Miguel Mancera, el sucesor que la recibió y supo de las deficiencias técnicas, y Claudia Sheinbaum, la actual jefa de gobierno, resultan ser tres tristes venaditos que habitan la serranía adoptada por AMLO, donde si no se esconden bien, pueden ser tiroteados y utilizados como trofeo de caza.

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En una sensible falla de López Obrador, este cree que la sociedad olvidará el accidente que enlutó y afectó directamente a más de cien familias de la capital del país y a millones de usuarios diarios del Metro que ya se dieron cuenta del peligro mortal de no proporcionar los servicios de mantenimiento a ese concurrido medio de transporte.

La realidad es que las constantes fallas e “incidentes”, como irresponsablemente calificó la docta Sheinbaum el último siniestro, se originan por la deficiente supervisión y nulo o escaso mantenimiento de líneas e instalaciones, como han acusado desde hace varios años los trabajadores y el mismo sindicato.

Por eso no es casualidad que el terrible accidente haya sido aprovechado por Ricardo Monreal, el otro gallo presidencial a la sucesión, el que no desaprovecha las coyunturas y errores de los otros, para hacerse notar y crecer en la aceptación nacional. Solo basta con observar sus pasos y sus constantes pronunciamientos, para confirmarlo. Ha sacado provocadores discursos cuando las defenestraciones de los excandidatos a gobernadores de Guerrero y Michoacán además de una serie de propuestas en el Senado de la República, donde es la voz del presidente y del partido guinda.

Los maestros de la política afirman que hay una notoria diferencia entre casualidades y causalidades. Con este filtro debe explicarse la reciente visita de Monreal a Veracruz, donde, con el argumento de la coherencia consiguió provocar al cuitlahuismo, cuando dijo que no estaba de acuerdo con la defenestración del candidato del PAN a la alcaldía de Veracruz. Pero lo cierto es que el senador no vino a hablar de Miguel chico. 

Ricardo Monreal vino a Veracruz a hacer precampaña presidencial aprovechando la coyuntura. Y también debe considerarse que el partido Fuerza por México y la CATEM, la central de trabajadores de moda y de filiación morenista, son dirigidos por Pedro Haces Barba, un antiguo y fuerte aliado de la familia Monreal. Y junto a él están cientos de miles de simpatizantes y adheridos para lo que pudiera ofrecerse.

Por cierto, una de las primeras acciones de López Obrador en el estado jarocho después de la elección que ganó, fue la terminante orden de expulsar de las obras de la Administración Portuaria Integral de Veracruz (APIVER), a los cientos de transportistas adheridos a otras centrales, para poder darles jugosos contratos y trabajo permanente a los suertudos integrantes de la ahora multitudinaria central que lidera el visionario Haces Barba.

Pero ni el mandatario mexicano, ni las manipuladas huestes morenistas, podrán hacer olvidar la muerte de los 26 caídos del METRO. Ya se verá en los siguientes meses a quién o a quiénes de los responsables pasados o actuales, venadean las fuerzas políticas nacionales.

Por lo pronto hay dos taimados venaditos bajo el manto presidencial, que quieren resguardarse en la espesa y oscura serranía, esperando que amaine la lluvia de tiros. Aunque no están precisamente “tristeando” entre los montes sonorenses, sino bajo el débil tejabán con goteras de la atribulada e indefendible señora Serranía, la inexplicablemente aún directora del METRO, que AMLO insiste en esconder como si se tratara del peor virus de su gestión.  

Mientras amanece y aclara habrá que seguir recordando a Valentín Elizalde, el asesinado cantante norteño a quien le gustaba aquella vieja canción de Los Hermanos Záizar: “Soy un pobre venadito que habita en la serranía/ soy un pobre venadito que habito en la serranía”. 

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