“Y hoy el noble y el villano/el prohombre y el gusano/bailan y se dan la mano/ sin importarles la facha/ juntos los encuentra el sol/a la sombra de un farol…” son versos que corresponden a Fiesta, la canción con la que Serrat describió la víspera nocturna de San Juan en España, ironizando sobre la momentánea igualdad y armonía de los peninsulares.

En varias de sus estrofas, el texto de la composición sirve para ilustrar lo que está ocurriendo con diversos personajes veracruzanos de la política y los negocios desde el 2016 a la fecha.

Unos, simplemente porque quieren hacer carrera sin equivocarse. Otros, porque se dejaron ver con vestiduras y haciendas acusatorias y necesitan perdón legal o social. A veces sobradamente dispuestos a pagar impunidad. Otras, buscando eso y la ansiada redención.

Anuncios

Y casualmente, esos dones de la ley y la divinidad, se encuentran generosamente en dos proyectos políticos: el de los Yunes de Boca del Río y el de López Obrador.

Así sucedió antes y ahora. Pero no se trata de una sola fiesta, sino más bien de dos. La de los Yunes azules, encaprichados en mantener el poder por algunos años más. Y la otra fiesta es la de Andrés Manuel, que empecinado en llegar a la presidencia de la república, está recibiendo en su festejo nacional a todo aquel que desee subirse a su carro celebratorio.

Y para asegurar sus objetivos electorales, esos dos equipos reciben de todo, aunque sea vil cascajo.

En la fiesta de los Yunes del estero, primero hicieron su entrada casi todas las tribus del PRD; después casi todos los políticos cercanos a Javier Duarte, señalados de corrupción junto a él. En la elección de 2016 a gobernador, se juntaron otros indecisos y desesperados, y en la de munícipes el año pasado, algunos personajes que ya sentían la lumbre en los aparejos.

Todos esos nuevos acólitos yunistas de norte a sur del estado, están esperando, primero, que les confirmen el perdón definitivo y el olvido de los pecadillos financieros y administrativos que cometieron en el sexenio del robo inolvidable. Y segundo, ya con el perdón sobre la espalda, el permiso para subirse a retozar en su último tren.

En la fiesta morenista, aparte del acertado discurso de la esperanza, la redención y el perdón fue el primer obsequio celestial de Andrés Manuel López Obrador. Y con él, empezaron a llegar gentes de cien mil raleas, como dice la canción. Así abordaron ese placentero buque, numerosos empresarios y políticos de todos los partidos, ávidos del cambio de estampitas y necesitados de perdón y olvido jurídico.

Y para los priistas preocupados por el triste acontecer de sus campañas políticas, eso explica la falta de personal de nivel, si se puede calificar así, en algunas comentadas reuniones organizadas en apoyo a los dos Pepes. Como no poseen el don de la ubicuidad, esos grandes políticos y empresarios emigrantes, faltaron a las acostumbradas citas de los convocantes rojos.

Y es que todo mundo coincide en que están mejores las fiestas—¡y aún mejor los obsequios de impunidad! —, de los Yunes azules y del tabasqueño López Obrador. En Yunes, los amorosos vieron perdón desde 2016 y 2017. Y los que están espantados, se disponen a conseguirlo este 2018, ya sea con un ungido o con el otro, o con ambos.

Como Serrat hace casi 50 años, Yunes y el Peje deben estar cantando a coro: Apurad/ que allí os espero si queréis venir/ pues cae la noche y ya se van/ nuestras miserias a dormir/Vamos subiendo la cuesta/ que arriba mi calle/ se vistió de fiesta.

Publicidad