México no está bien ni va por buen camino. Estamos en el tercer año del gobierno de AMLO y seguimos escuchando el gastado discurso de que el ejecutivo federal no puede entregar buenas cuentas por culpa de los gobiernos anteriores. Pero en lo que va haciendo por su propia cuenta el tabasqueño, tampoco refleja con suficiencia los logros y los cambios que ofreció en 20 años de campaña. 

López Obrador comenzó centralizando importantes decisiones administrativas en pocos personajes de su gabinete. Desbarató programas sociales como el de las guarderías infantiles y el seguro popular. Acabó con los apoyos médicos a niños con cáncer, liquidó subsidios a la cultura y a los creadores e investigadores. No conforme con esas decisiones, terminó con la poca relación existente con importantes grupos empresariales.

Enterró la construcción del aeropuerto de Texcoco y se empecinó en sus obras prioritarias, aunque no hubiera rentabilidades, proyectos y permisos ambientales: el aeropuerto de Santa Lucía, el Istmo de Tehuantepec, la refinería de Dos Bocas y el más emblemático, que es el Tren Maya. 

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Concentró el presupuesto federal en esas obras, redujo la inversión pública y comenzó a caer la economía nacional. La sociedad empezó a ver extraños sometimientos a los grupos delincuenciales, entre ellos el famoso Culiacanazo y la protección al poderoso Ovidio. Después vino la pandemia, la falta de pruebas de detección y sus gestos y dichos de no hacer tanto caso al coronavirus, además de los errores interminables de López Gatell. Y así llegó el exceso de defunciones y la alta letalidad. 

Por si faltara algo, el mandatario nacional insiste en pelearse con las mujeres del país, adoptando decisiones tajantes como las del oscuro candidato morenista a gobernador de Guerrero, o diseminando opiniones que no favorecen al movimiento feminista, olvidando que el sector femenino es el más numeroso de México (constituye el 52% de la población total).  

López Obrador insiste en una Cuarta Transformación, pero su pensar y su funcionamiento, más bien parecen obedecer a la preeminencia de cuatro pactos que pudieran estar condicionando las actuales circunstancias nacionales. 

Primero, el pacto de connivencia que muestra con el selecto grupo de empresarios que se están llevando la tajada del león -Carlos Slim, Ricardo Salinas- y favores de todo tipo para su crecimiento económico.

El segundo pacto, que no se quiere aceptar, pero que se siente y recuerda aquello del “Abrazos, no balazos”, que pareciera un gran acuerdo de no agresión firmado con los señores de la delincuencia que dirigen las grandes y no molestadas bandas que tocan a ritmo de balaceras y con sonidos de muerte, secuestros, cobros de piso y desaparición de personas.

El tercer pacto, este innegable, es con el mundo de los corruptos del sistema político, al estilo de los “amigos con beneficios”, un estratégico segmento de intocables que proporciona incendiario discurso y se convirtió en circo para distraer a la sociedad. Ahí están la mañosa señora Rosario Robles, Emilio Lozoya, Napoleón Gómez, Elba Esther, las acusaciones contra Videgaray y Peña Nieto, la protección al general Cienfuegos, y un largo etcétera, similar a la extensión de las vías del tren maya. 

El cuarto pacto de Andrés Manuel es el que tiene con las bases, los ideólogos y liderazgos de casa, a los que tiene obligación de mantener para no quedarse solo, aunque tenga que adoptar decisiones de gobierno populistas (fascistas), retrógradas o que no tienen futuro ni viabilidad en el mundo actual. Por ejemplo, los Monreal, los Epigmenios, las Sheinbaum, las Nahle, los Bartlett y sus numerosos periodistas radicales.

Entre quienes están determinando alejarse del obradorismo por todas esas incongruencias, no puede olvidarse a numerosos grupos feministas que se sienten traicionadas o menospreciadas. Al mandatario se le olvida que un alto porcentaje de votos obtenidos en 2018, provinieron precisamente de las mujeres. 

Acaso será necesario seguir y mantener en alto esas banderas femeninas para echar abajo todo tipo de pactos cupulares que no llevan a ninguna transformación positiva, que no ayudan al progreso y que carecen de humanismo y de solidaridad sin distingos. 

Día tras día las mujeres y su fuerza arrolladora nos recuerdan que hay una patria madre que ve por todos, que tiene un enorme poder de corrección y que escudriña y analiza todo lo que sucede. El mundo camina mejor cuando la mujer participa más. 

Esta semana y la semana del seis de junio pueden indicar cambios en las preferencias electorales en los años que vienen. Ante los errores de López Obrador, México no puede equivocarse.

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