“Lis de Veracruz: arte, ciencia, luz” es el lema de la Universidad Veracruzana, que de acuerdo con los ideales que llevaron a su fundación, debería reflejar permanentemente los valores y la misión institucional de fomentar el desarrollo intelectual, artístico y científico en sus estudiantes y comunidad.
Por desgracia ese objetivo fundacional, que no todos los rectores han honrado o asegurado, puede enterrarse y olvidarse otros cuatro años en el suelo estatal y nacional, si se hace efectiva la perniciosa necedad de reelegirse en el cargo, que sin vergüenza alguna muestra el doctor Martín Aguilar, actual ocupante de la silla principal de la rectoría.
Aguilar es un académico con fama de investigador, que llegó a ese puesto, pero que desde que se apoltronó en su oficina no ha hecho más que demostrar que le quedó grande la encomienda y que aprecia más lo superficial y lo que no le ocasione problema de intranquilidad.
Así, con ese estilo irresponsable, autocomplaciente y desgarbado, de un simple plumazo autoritario, desbarató y desapareció en abril de 2022 el Centro de Estudios e Investigaciones en Conocimiento y Aprendizaje Humano, utilizando el singular argumento de un “complicado” pleito de académicos.
También ha manifestado pequeñez ya que con actitudes pusilánimes ha dejado crecer la violencia institucional en perjuicio de alumnos y maestros, situación expuesta en medios de comunicación y en diversas redes sociales de la comunidad universitaria. Igualmente, la asignación de plazas para docentes ha estado sujeta a fuertes inconformidades.
La propia Junta de Gobierno de la Universidad ha sido manipulada con oscuros fines sucesorios, llevada por espinosos andurriales y expuesta innecesariamente al ojo crítico de la sociedad, que pasmada e incrédula observa un bajo nivel que debería estar lejos de las autoridades universitarias.
Pero lo más asombroso es que no sólo Martín Aguilar quiera conservarse en las gloriosas alturas de la nómina, sino que en la ladera para alcanzar la rectoría este año, se observen personajes de habla fácil, de estudios no siempre doctorales y de ambiciones desatadas por el jugoso cargo. Se trata de un personaje que cree que tiene una vela prendida en el Olimpo, y quien en alguna época azul estéril llegó a desatar abundante risa en el gobierno estatal, cuando pretendió hacer válidos una serie de “estudios” y “estadísticas científicas” sobre desarrollo regional, rezago y pobreza, además de dos o tres asesorías “de alto nivel” que a nadie convencieron.
Veracruz espera que la decisión superior de la Junta de Gobierno se direccione a otros personajes de mejores timbres, como son los casos del doctor Jorge Manzo o del también doctor Héctor Coronel, o de otras personalidades realmente valiosas, por qué no, pero que los que evalúe la Junta sean ampliamente conocidos en su nivel de especialización y en auténticas aportaciones científicas, que desde luego no requieren del peso de libros escritos con motivos secundarios para publicitar egos y cerumen, ni complejos personales o manejos ajenos al interés público y académico.
Ojalá que a la Universidad Veracruzana llegue un Rector nuevo y con méritos, con rango suficiente y con bríos y tamaños para la tarea. La institución necesita luz brillante y no una simple vela encendida y llena de humo envolvente.