José Antonio Flores Vargas

A principios del año 2001, en pleno inició del siglo XXI, el gobierno de Veracruz no tenía mayor antecedente de endeudamiento, que aquel préstamo por 200 millones de pesos, contraído en la época de Dante Delgado Rannauro, que se liquidó con cuatro abonos de 50 millones anuales, durante el sexenio de Patricio Chirinos Calero.

Miguel Alemán Velasco, en el año 2004, el último de su gestión como gobernador, obtuvo autorización del Congreso para contratar un crédito bancario por 3,500 millones de pesos, que se destinaría a cumplir con los últimos compromisos adquiridos por su administración.

En ese tiempo, los veracruzanos no tenían ni la menor idea del camino que iniciaba el estado con ese empréstito. Mucho menos, de que 12 años después, tendrían una deuda con la banca nacional cercana a los 45,000 millones de pesos.

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Tampoco imaginaron que el importe de la deuda y los recursos de los presupuestos anuales autorizados en la administración actual, no se reflejarían de manera suficiente en el desarrollo del estado. Y jamás pensaron que la Auditoría Superior de la Federación, el SAT y otras instancias federales, vendrían a reclamar el mal uso de los recursos del erario veracruzano en los últimos seis años.

En la conversación de la sociedad, ya sea en lo público o en lo privado, se analizan las actuaciones de los dos últimos gobiernos. Se habla de sus integrantes, se comentan las anécdotas y se especula sobre las causas de la debacle en la administración pública estatal.

Y muchas de las opiniones del pueblo, tienen que ver con los funcionarios a cargo de las oficinas. Se opina de sus actitudes deplorables, de sus deficiencias profesionales y carencias morales. De que entraron al río revuelto, para salir con las manos llenas.

Por ejemplo, se platica de los altos funcionarios que llegaron a los cargos, sin contar con el perfil para ocuparlos. Profesionales hasta con doctorados, de los que varios no cuentan ni con título profesional de licenciatura. Todólogos, que lo mismo aparecen en un cargo agropecuario, que en uno de salud, de turismo o de desarrollo político.

Se recuerda el caso de una contadora pública, hacedora de obra, quien además confundía el subejercicio presupuestal con el ahorro. Ah, era una secretaria de despacho, que salió enferma de despecho, cuando le pidieron resultados. O el del más famoso contador de Veracruz, un águila de la cuenca, hábil para los pagos millonarios en efectivo extraído de las haciendas, y que al final perdió los hilos.

Y qué decir de los muchachos maestros en administración y en lo que se necesitara, que repartían zapatos chinos corrientes a los pobres y que llenaban maletas voladoras con billetes de a mil y facturas falsas, con destino primero a Toluca, a Costa Rica y hasta a las regiones verdeamarelas. El diputado electo Vicente Benítez los conoce bien.

O los secretarios importados y muy importantes, que llegaron con herencia paterna incluida y con currículum en las telecomunicaciones. O aquellos amparados en la educación que acumulaban pistas de aterrizaje para aviación de dos, tres, cuatro o más plazas. Por supuesto que no se necesita mota o andar en camino espinoso para tener revelaciones de este tipo.

Y las hermosas sirenas que sabían cantar las rancheras, que andaban en las aeronaves, en el Congreso, en prensa, en floricultura, en el ayuntamiento de Xalapa y otros lares, y que tenían bonos de actuación para adquirir camionetas del año. Mentiría mucho quien se atreva a decir que nunca las vio tan bellas.

Y qué decir de los sempiternos líderes intocados, que en el Congreso, en el IPE, o donde estuvieran, intercambiaban prebendas y puestos para sus hijos, a cambio de voltear para otro lado y no incomodar a los jefes políticos.

Cuántos de estos personajes que en doce años hicieron fortuna asombrosa, serán llamados a cuenta por las autoridades que investigan. Quiénes serán encerrados o desterrados como su jefe. Porque es un hecho que el desfalco no fue de una sola persona. Lo que pasó en Veracruz, recuerda a Fuenteovejuna, a Alí Babá y a los bandidos de Payno, en un bien conjugado performance.

Medraron en todas partes y de todas las formas posibles.

 

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