Seguramente han transcurrido muchos años desde que Miguel Ángel Yunes Linares esbozó el proyecto con el que su hijo mayor podría convertirse en gobernador de Veracruz. Mientras la idea se perfeccionaba, el nativo de Soledad de Doblado se dedicó a fortalecer las circunstancias políticas y económicas que hicieran posible ese legítimo sueño. Porque, qué padre de este sufrido mundo, no ha aspirado alguna vez a que su descendencia tenga una destacada participación en la sociedad que le toque vivir. Pudiera creerse que todos.

Con ese pensamiento en mente, Yunes Linares surcó los mares y alcanzó las mieles del poder. Ondeó diferentes banderas, sudó distintas camisetas, ocupó diversos cargos políticos y administrativos y, montado en el Partido Acción Nacional, finalmente concretó la acariciada ambición de ser gobernador de su estado.

En paralelo hizo grande su hacienda. Tiempo en que sus hijos crecían y se convertían en poderosos brazos motores. Pendiente de no desviarse del plan original, Yunes Linares tuvo un destello bíblico: si quería alcanzar la gloria, tendría que multiplicar los panes. Entendió pronto la lección y, en efecto, hizo todo lo que debía hacer.

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Primero descubrió cuál era el pan más conveniente. Necesitaba un partido leal y poco exigente, y así formó el primer grupo compacto: su propio pan azul. No importaba que los otros -los inconformes del pan un poco azulado- se quedaran en posición contemplativa, y a veces, boicoteando las decisiones cupulares.

Consciente de esa realidad, buscó la alianza con los propietarios de otro pan. Porque cómo podría denominarse al pequeño grupo amarillo que traicionó los principios fundacionales de su partido, el Partido de la Revolución Democrática. Por cierto, el único partido mexicano con denominación Democrática, concepto que nada tiene que ver con la asignación del poder de un padre a un hijo, al estilo monárquico, como se dice hoy por hoy en Veracruz.

Pero para su infortunio, en este tercer pan abundan las gentes adictas a la contemplación y a la simulación traicionera.

Ya con la fuerza de la gubernatura bianual, ganada en mucho a causa de los altos índices de corrupción del exgobernador Javier Duarte, varios diligentes y aterrorizados excolaboradores de ese régimen, se sumaron como ingredientes del cuarto pan yunista. A este pan le dieron sustancia y color metálico. Sin embargo, como fueron forzados a ello, y en recíproca venganza, estos personajes pudieran estar preparando una hermosa cama a quien se deje acostar. Esto significa que no es un pan confiable. Su esencia lleva alta dosis de veneno.

Y viene el quinto pan, que no es el quinto sol que anuncia tiempos nuevos. Este pedazo de pan es el conformado por todos aquellos ingredientes usados antes en distintos hornos. Por lo mismo, el resultado de esa cocción -u horneada- será un denso y apestoso mejunje. Primero, porque llegaron ingredientes tricolores con manteca de cerdo, ingredientes que se pudrieron siendo verdes, incluso veleidosa azúcar morena, antes amarillenta, naranja u de otros colores. Y aseguran que ese pan contiene hasta miel de panal embolsado.

Esos son los panes de Miguel el grande y de Miguel el chico. Pero, ojo avizor, ingenuos ambiciosos:

Miguel Ángel Yunes Márquez tiene por sobre todas las cosas, su propio pan, que es su tesoro más preciado y que de ese hará en un momento dado la multiplicación de los panes sucesivos. Este, es un pan del que con cuidadoso celo trata que sea cien por ciento puro, con ingredientes de su hacienda privada. Y que no lo contamine ni el humor ni el olor de su generoso inventor y dador de vida.

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