En la historia de Veracruz existen pruebas de que por estos rumbos del territorio nacional ha sido posible construir fuerzas opositoras con posibilidades de enfrentar, igualar y superar a regímenes de gobierno con apariencia de poderosos o indestructibles.

La primera manifestación de ello la dieron los indígenas de Zempoala que estaban hartos de las guerras floridas y del saqueo que les imponían los mexicas prehispánicos. Cuando llegaron los conquistadores españoles, negociaron, caminaron y lucharon con ellos hasta vencer al emperador Moctezuma en la misma ciudad de Tenochtitlan hace casi 500 años. 

En siglos posteriores vinieron otras luchas en las que gente veracruzana demostró su cualidad opositora. Antonio López de Santa Anna o el propio Guadalupe Victoria son ejemplos válidos. 

Anuncios

El siglo XX en Veracruz tuvo solo gobiernos acordes o derivados del sistema presidencialista auspiciado por el PRI. Y fue hasta el quinto intento en el siglo actual, cuando un partido distinto se hizo de la gubernatura. El PAN primero y después MORENA. Pero este último llegó más bien por el respaldo y con el transformador discurso de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente de la izquierda nacional

No existe en Veracruz en los últimos cien años una muestra de una oposición real y multitudinaria al sistema de gobierno estatal. Apenas ahora con un gobernador de izquierda como es Cuitláhuac García, los grupos políticos tratan de manifestarse y hacer una demostración real de oposición. 

Y para liderar esa oposición en el estado, no hay muchos personajes que pudieran tener la ambición, la edad, la trayectoria y los recursos necesarios para echar a andar una maquinaria de tal envergadura.

En el panorama veracruzano, por el momento, esta tarea opositora solo sería posible si la encabezaran dos personajes que podrían reunir esos requisitos.

Por el lado del Partido Acción Nacional solo existe Miguel Ángel Yunes Márquez, y por el lado del PRI no hay más que Héctor Yunes Landa. Pero el problema es que la sociedad local ya no quiere saber nada del partido tricolor. Entonces Héctor tendría que armar una oposición que conjuntara a todas las fuerzas políticas desde el partido que está gestionando, olvidándose de su historia y de sus colores originales.

Creemos que esta es la verdadera motivación y orientación de los hechos publicitados el lunes pasado respecto al choleño y su licencia temporal a la diputación federal. Y en abundamiento a esta idea en el esquema opositor, sólo él podría asegurarse el respaldo de Dante Delgado, quien por su edad ya no podría competir con Héctor para quitarle el liderazgo.

Pero, qué requerirían ambos—Miguel y Héctor—para ser considerados como reales y consistentes opositores contra la fuerza morenista, representada por Cuitláhuac García.

Yunes Márquez tendría que deslindarse del desprestigio e intervención de su señor padre y de algunos manchados panistas que se convirtieron en pesado lastre. Tendría que llamar a antiguos liderazgos menospreciados y ser más incluyente y menos autocomplaciente. Y que políticamente, se cumpla la ley cristiana de que el hijo entierra al padre. Muchos pensarán que esto sería algo como ir a pedirle peras al olmo.

Y qué tendría que hacer Héctor para convertirse en ese líder que sueña ser: primero, terminar de atravesar su propio desierto, y enseguida, ir a un ritual de purificación, que bien podría ser durante una madrugada en las frías y límpidas aguas del nacimiento del río Actopan. 

Allí estaría obligado a descabezar a todos los malos espíritus que le obnubilan la razón. Después de ello, tendría que acudir a un retiro de expiación general de culpas y pecados, testificado por todos aquellos a quienes debe alguna atención o consideración. A continuación, Yunes Landa estaría obligado a convencer a los Pepes, a los Morgados, a los Garridos, a los Marcelos, Amadeos, Toledos y demás etcéteras, liquidando por delante y por detrás las viejas deudas contraídas con medios y “líderes de opinión”.

Algo así como volver a nacer; pero esto sí es posible, ya que el hombre quiere ser gobernador. Y en política, nadie está difunto si no lo meten en su cajón bajo dos metros de tierra.  

Publicidad