Cuando Veracruz vivía la segunda mitad del sexenio de Javier Duarte, su corrupta gestión y el descrédito de los políticos priistas que se preparaban para ser candidatos a la gubernatura, orillaron a la sociedad a buscar otras opciones para asegurarse de que hubiera un cambio significativo en la administración que iniciaría el primero de diciembre de 2016.
En la elección de junio de ese año, los votantes prefirieron al candidato de la coalición PAN-PRD, quien venció a la alianza PRI-PVEM, que obtuvo el segundo lugar y al partido MORENA que alcanzó el tercer sitio. El país entero opinó que el resultado favorable a Miguel Ángel Yunes Linares se debió al repudio y hartazgo del priismo, más que a las virtudes del candidato panista.
En esos meses la gente creía en Yunes Linares y éste saboreaba la posibilidad de perpetuarse en el poder gubernamental veracruzano a través de su hijo del mismo nombre, quien desde ese entonces preparaba los cuadros para hacer posible tal objetivo en 2018.
En este momento el estado espera las elecciones municipales que servirán para medir la posibilidad de hacer realidad ese sueño.
Sin embargo, lo que sucede en el gobierno actual puede ocasionar resultados similares a los que se obtuvieron en una elección local hace alrededor de veinte años, cuando el PRI perdió las principales alcaldías y la mayor parte de los municipios. En esa época el presidente estatal de ese partido era justamente Yunes Linares.
Y ese riesgo no puede soslayarse, si se consideran una serie de actuaciones desafortunadas y percepciones erróneas.
La primera percepción equivocada es la de creer que la sociedad veracruzana esta dispuesta a tolerar todo lo que venga del apellido Yunes. La primera prueba de que no es así, fue el escaso respaldo electoral otorgado el año pasado a Héctor, el de las cañas. La segunda prueba es la raquítica opinión hacia el Yunes de Perote.
En el tema de los errores, uno de los más señalados ha sido la designación de personas de bajo perfil, sin título profesional o con poco mérito, en varios de los puestos principales del gabinete.
Tampoco se ha recibido bien el desprestigio ocasionado a la Universidad Veracruzana con el penoso título profesional del secretario de gobierno, quien ya con documento en mano, día a día muestra que cuando saca la nariz es para tomar café con el jefe o para hacerlo quedar mal.
Quizá el principal error estratégico, cometido con saña por todos los secretarios del gabinete, es el de estar despidiendo a miles de empleados, solamente para beneficiar con mejores sueldos a otros miles de personas que han llegado de Puebla, Tlaxcala, del corredor Veracruz-Boca del Río y de varios municipios panistas.
Un terrible error de percepción es el de creer que la persecución mediática y policiaca contra Duarte y los causantes del desfalco al Estado, eliminaría la exigencia social de resultados de gobierno. El circo sobre este asunto no ha beneficiado a nadie.
Los graves problemas de Veracruz necesitan respuestas sensibles y gobierno responsable, no ocurrencias y desplantes al estilo del bravucón que piensa que con alzar la voz va a dejar callados a los demás. En estos tiempos esos esquemas no funcionan.
Por ejemplo, la llegada a Veracruz del peje y su eterna campaña, detonó algunos actos teatrales, narrados en medios y redes. El tema se hizo nacional y hasta el Padre Solalinde, con su acostumbrada manera, hizo una encuesta donde comparó a Duarte con Yunes. Tristes indicios, malas percepciones, peores sensaciones.
Si se pretende conseguir mejores percepciones, se debe entender que éstas no se consiguen desatendiendo las altas responsabilidades de gobierno o con simples chispazos en redes sociales. El efecto Facebook es tan engañoso como mucho de lo que ahí se publicita. La idea de no tratar con los medios de comunicación, necesariamente hará que ellos subsistan con su legítimo trabajo, como todos los demás sectores. Al final del día, esto servirá para que fluya información libre y de mayor calidad.
Y cuál es el valor de las percepciones y las sensaciones. Lo importante y que habría que corregir, es el hecho de que, guste o no, en este momento hay malas sensaciones sobre el gobierno de Yunes Linares.
En tres meses pocos efectos positivos: política pobre, cero resultados y un gobierno que se empieza a cuestionar. Miguel Ángel Yunes Linares ha estado sumando pero en contra. Pero sólo son tres meses, se puede corregir.
Es cierto que el PRI y otros partidos satélites no tienen ninguna fuerza. Pero en el caso de MORENA, el propio gobernador es quien insiste en arrimarle adeptos. De continuar así, necesariamente tenemos que pensar lo que puede suceder en las elecciones municipales y en las que siguen en 2018 para gobernador.