Por lo que se observa en el panorama jarocho, el patriótico mes de septiembre no brindará a los veracruzanos ninguna satisfacción con respecto a los numerosos políticos locales que se han enriquecido con cargo al erario, aprovechando la interminable jauja en que viven desde hace varios años la administración pública estatal y la mayoría de los ayuntamientos.

Ni siquiera la terminación del fuero de aquellos que dejaron de ser diputados federales, le dejó a la sociedad estatal el gusto de enterarse de que algunos de ellos—y que han sido señalados por corrupción—fueran llamados a cuentas por las autoridades correspondientes.

Quizá envalentonados por esa gruesa y perniciosa impunidad que está caracterizando a Veracruz, es que dos de los personajes más duramente cuestionados en los tiempos recientes, se hayan atrevido a asegurar que por lo que a ellos y a sus asuntos respecta, están tranquilos y con las manos totalmente limpias.

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El viernes pasado les toco a los poderosos y eficientes presidentes de los partidos PAN y PRI, salir a los ruedos mediáticos a afirmar o a asegurar que son gente honrada y esforzados políticos, transparentes e impolutos a más no poder.

José de Jesús Mancha Alarcón y Américo Zúñiga Martínez dieron sendas declaraciones a los medios. La avalancha de acusaciones de las semanas recientes en contra de ellos, no hicieron ningún tipo de mella y, por el contrario, los envalentonados hombres mostraron hasta actitud retadora en sus aseveraciones.

Pepe Mancha, el ambicioso líder azul y uno de los panistas tocados por la gracia y los dones del bienio yunista, se apuró a afirmar que Cuitláhuac García y sus aguerridas huestes no le pueden probar corrupción en torno a los multicitados contratos que le han encontrado a supuestos socios y familiares de él en la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas y en la SEDESOL estatal. Desliza zorrunamente que esos decires fueron simples infundios electoreros.

Será el ORFIS, quien en su momento pondrá en claro las cosas, los contratos y las obras y servicios contratados con el grupo empresarial Mancha.

En el caso de Américo Zúñiga Martínez, el hombre quiere caminar impoluto y ufano entre el lodazal que todo mundo vio en su gestión municipal y que no ha secado. Como aún no le enderezan nada al ineficaz dirigente priista, ese olvido generoso le ha motivado a vociferar inocencias propias y también la de sus acólitos excolaboradores. Le duele que hubiesen inhabilitado a tres de ellos, lo que “generará consecuencias” a los actuales responsables que “abusan de su autoridad”.

Rechaza que se hubieran cometido irregularidades en CMAS, pese a las nueve denuncias, “sin sustento”, según su apreciación, y que están caminando en las instancias respectivas, lo que a su parecer son simples cortinas de humo. De refilón, aprovechó para desestimar la labor de Hipólito Rodríguez en la presidencia municipal.

Lo que Américo quiere minimizar y acallar, son los boyantes cambios de vida que varios de esos excolaboradores que tuvo en su dorado cuatrienio, se empeñan en mostrar, incluso en el viejo continente.

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