Es tan grave la inseguridad y la violencia que sufren las mujeres en México, que el pasado fin de semana, Amnistía Internacional hizo un fuerte reclamo a las autoridades del país.

Tampoco la población se quedó atrás. En la Ciudad de México y en diversas capitales de los estados, la sociedad desfiló por las calles para repudiar la falta de una política seria en favor de las mujeres y para manifestar la indignación general por el alevoso asesinato de la joven Mara Castilla, una víctima más que ya es parte de esa fatal estadística.

Mara aún era una niña, pero le interesaba entender a la sociedad y su manera de organizarse y formar gobierno. Como en Xalapa no había una institución de educación superior que le pudiera brindar los conocimientos que necesitaba, su familia la ayudó a trasladarse a la ciudad de Puebla para realizar estudios universitarios en ciencia política.

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Sólo pudo llegar al tercer semestre en la universidad. Una mañana, su vida fue cortada por manos criminales. Hasta ese momento, Mara Castilla creía fervientemente en la libertad y en los derechos humanos consagrados en nuestra Carta Magna.

Una madrugada de este septiembre, un criminal con un taxi como arma asesina, la secuestró y se aprovechó de la ingenuidad de sus 19 años. Haciendo uso de su poder físico le quitó la vida, y sin mostrar el mínimo grado de arrepentimiento, dejó en una barranca el cadáver amortajado, a la espera de que el olvido y el tiempo se encargaran de los restos.

Pero el asesino jamás pensó en el vínculo indisoluble que existe entre una madre y su hija. Nunca imaginó el íntimo conocimiento que tiene una mujer sobre las motivaciones e intereses de cada uno de los miembros de su descendencia. Tampoco tuvo en cuenta la preocupación y el respaldo incondicional de la familia, representada en este caso, por la madre y la hermana de la víctima. Mucho menos pensó en el significado actual de las redes sociales y en la presión que puede ejercer la sociedad mexicana.

El esfuerzo investigativo de la madre y hermana de Mara dio resultado. Las dos presionaron a las autoridades poblanas a esclarecer el caso, que el fin de semana se convirtió en la noticia nacional después de días de intensas pesquisas.

Es un triste resultado el obtenido. Para la familia, para la sociedad y para México. Cuando menos dará alguna paz a la familia, que no morirá eternamente como otras, que vienen cargando la cruz de la duda, por no saber el paradero o destino de seres queridos que, se ruega a los cielos, no estén dentro de una fosa clandestina.

Pero, cuáles son los mensajes de esta fallida lucha por encontrar viva a Mara Fernanda Castilla Miranda. El más visible y que ya comprobamos, la ausencia de responsabilidad y profesionalismo de Cabify, una empresa nacional de “taxis seguros”. Lo primero que saltó a la vista fue la deleznable actitud de la empresa, que además de tratar de ocultar la culpabilidad de su asociado (el conductor del vehículo implicado), intentó revictimizar a la estudiante universitaria, desvirtuando los hechos.

Otro más que debe resaltarse, el más preocupante, es que la vida de una mujer está expuesta a toda clase de crímenes, como ya vimos en el estado de Puebla, y como venimos observando en Veracruz y Tlaxcala, entidades federativas con espantosas cifras de feminicidios y ataques sexuales.

Sin embargo, el principal mensaje que deja este caso, es el “¡Basta ya!” que expresó con firmeza la población mexicana, que este año, ha llevado a las redes sociales los movimientos: ¡Ni una más!, #Si me matan, será mi culpa, y ahora #MaraCastilla, además de la serie de jornadas y videos para hacer conciencia.

Pero es en Veracruz donde debe hacerse la mayor lectura. La enseñanza póstuma de Mara Castilla a sus paisanos, tiene que ver con su postura contestataria y rebelde ante la injusticia, manifestada valientemente en un tuit escrito en mayo pasado, en torno al caso de Lesvy, una joven asesinada días antes en el campus de la UNAM: “#SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza…”

Los veracruzanos debiéramos presentar un sólido frente contra la revictimación que el sistema o el gobierno impulsan o permiten, en perjuicio de periodistas y personas desaparecidas o asesinadas por bandas delincuenciales.

A muchas de estas personas que han perdido la vida, de manera infundada se les ha vinculado a insanos rumores con el fin de desprestigiarlas y disminuir la exigencia de avance en las investigaciones ministeriales o de castigo a los culpables.

Como ya no pueden defenderse, se les lincha mediáticamente, acusándolos de todo tipo de conductas indebidas o actividades ilícitas, lejanas a la realidad. Rumores que de manera misteriosa se expanden a través de redes sociales de origen no claro.

Por estas razones, demos un abrazo solidario a la señora Gabriela Miranda, quien con arrestos suficientes llevó a lo más alto el recuerdo de su hija y sus convicciones formativas.

El tuit de mayo, esa frase de juvenil rebeldía que dejó Mara para la posteridad, fue un doloroso grito por defender sus convicciones y sus libertades, coartadas por la amenaza latente; un grito por su generación, por su gente y por la sociedad mexicana que debiera ser mejor. Un grito por la libertad de pensamiento y de acción, y también por la justicia que se entierra a fuerza de crímenes y balas.

Que su temprana muerte no acalle el grito de la sociedad por la esperanza y por la razón que parecen abandonarnos.

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