Aunque ya lo habían conseguido antes en varios países, pudiera decirse que fue con Margaret Thatcher en el Reino Unido, cuando el mundo empezó a aceptar a las mujeres como jefas de gobierno y efectivas líderes nacionales. En el caso de la política británica, el calificativo de La Dama de Hierro que le impusieron y su breve y quirúrgica Guerra de Las Malvinas, sirven para afianzar tal aseveración.

Para no adentrarnos mucho en la historia, bastaría con recordar que en 1979 la propia Margaret se convirtió en Primera Ministra del Reino Unido, cuando contaba con 54 años de edad. O mencionar el caso de Alemania, donde la Canciller Angela Merkel asumió el poder en 2005, con 51 años. Ya en Sudamérica, Michel Bachelet tenía 55 años cuando en 2006 llegó a la presidencia de la República de Chile. Con 54 años de edad, Cristina Fernández de Kirchner alcanzó la presidencia de Argentina en 2007. O finalmente, la asunción de la señora Dilma Rousseff al gobierno brasileño en 2011, cuando ella estaba cumpliendo 64 años.

En México ha habido cinco candidatas a la presidencia, casi todas con poco respaldo popular. Josefina Vázquez Mota fue la que más se acercó a la silla de Palacio Nacional. En 2012 perdió con Enrique Peña Nieto, el actual presidente.

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Si el Instituto Nacional Electoral no se lo impide, Margarita Zavala estará este año en la boleta electoral. Tiene 50 años de edad, y si las circunstancias se lo permiten, puede jugar dos contiendas presidenciales más, además de esta. Ese es el secreto de su incursión, inesperada para muchos. Podría alcanzar doce años de campaña, adicionales a los que lleva en busca de la presidencia. Y puede ser la primera mexicana que la alcance, si no pierde el rumbo o la cabeza.

Esta semana Margarita ha llamado la atención, después de haber superado su prueba de fuego: las más de 860 mil firmas que la Ley le impuso para contender como candidata independiente. Lo primero que dijo fue que no quiere financiamiento público para su campaña. Así les ganó el brinco a los demás candidatos que no han dicho nada al respecto. Pero la gente percibe esa posición transparente y cercana al pensamiento de los ciudadanos que no quieren más dinero del erario para tirarlo en los partidos políticos.

También ha afirmado que, si llega a la presidencia, regresará el ejército a los cuarteles y fortalecerá a la policía. Esto tiene una lectura interesante. Reconoce como error de su esposo Felipe Calderón cuando fue presidente de México, el haber iniciado la guerra contra el narcotráfico. O bien, quiere arreglar ese error, devolviendo la tranquilidad a la sociedad y exigiendo mayores resultados a los cuerpos policiacos, aunque las bandas organizadas retomen las calles con toda la tranquilidad—que constituye la opinión contraria, que ve bien a los militares en la calle.

Veremos en los debates formales si Margarita tiene los tamaños para llamar la atención del electorado el primero de julio que viene, y con ello minar la cultura machista y misógina que abunda en el sistema político nacional.

Pero hay un hecho incuestionable. La candidata independiente es una firme aspirante a la presidencia de la república, en esta elección o en las siguientes. Tiene tiempo y seguidores para construir un partido político y hacer historia. Años por delante y facultades para descubrir, para transformar y para crecer. Para equivocarse y para corregir hasta alcanzar la meta.

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