Si viaja a la Ciudad de México o a otros lugares de la República y conversa con personas que estén al tanto de lo que ocurre en Veracruz, en cuanto sepan que usted proviene de esta entidad federativa, con seguridad le soltarán una serie de comentarios en el sentido de que el estado lleva muchos años soportando malos gobiernos.

Ante este tipo de expresiones, el que escucha tales afirmaciones empieza a reflexionar si esa inopinada apreciación de los foráneos es acertada, o si por el contrario, está cargada de una dosis de exageración. En principio, la reacción del otrora orgulloso veracruzano, será de molestia e incomodidad.

Esta penosa experiencia del viajero jarocho actual, conduce a pensar muchas cosas en relación a los malos gobiernos en Veracruz. En efecto, hay una sensación generalizada de que estamos en una era de despropósitos y simulaciones gubernamentales de la que no podemos salir. Pero no es privativo de este estado. Parece una epidemia que permea del centro a la periferia o viceversa, que no tiene cura.

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Y es aquí cuando surgen preguntas sin respuestas. Es cierto que se han incrementado las acciones delincuenciales en muchas áreas de la administración en los tres órdenes de gobierno. Eso es indudable. Pero también es cierto, que las instancias fiscalizadoras en general, no han cumplido con su función de prevenir y ayudar a combatir la corrupción institucional.

Y por qué no previenen ni ayudan. Si tenemos miles de contralores en cada una de las miles de instituciones del país, por qué no se disminuyen los delitos de cuello blanco en la burocracia. Y si denuncian, por qué no pasa nada, o cuando mucho, si las autoridades los dan, son castigos leves. Y esto sucede en todo el territorio nacional. Unos cuantos son los culpables que están presos. Eso sí, jamás se informa sobre regresar las entradas malhabidas.

En Veracruz, en el nuevo gobierno, en el del rescate y el cambio, en el que va a atrapar a Javier Duarte, los medios de comunicación y las redes sociales ya acusan, ya dan detalles de cosas irregulares que suceden en varias dependencias en estos tiempos yunistas sin que, aparentemente, nadie haga nada.

Acaso la Contraloría General del Estado continúa siendo sólo una fachada, un área de conveniente simulación y cero resultado, como ha sido en los últimos años. Por qué esta instancia no dice nada del Plan Veracruzano de Desarrollo y sus programas sectoriales y las evaluaciones que marca la normatividad. O de su Sistema Estatal Anticorrupción, ahí planteado.

No dijo nada en el asunto de los despidos laborales y los derechos de los despedidos y mucho menos de las posibles indemnizaciones millonarias. Tampoco hizo comentario alguno sobre las conveniencias y costos de la dichosa reestructuración de la deuda.

A qué le debemos qué en estos casi cuatro meses del nuevo gobierno, esta instancia de control y fiscalización nunca abre la boca en ningún caso. Será porque si la abre, sólo mostraría que está desdentada.

Y si no tiene dientes, o son imperceptibles, será porque protege a tiburones que no deben ser molestados para que puedan moverse hacia horizontes más amplios, donde si se vencen los obstáculos (electorales), habrá bocados mayores.

Si esta es la razón de tanto silencio, significa que durante estos dos años, veremos más de lo mismo, defecto y no virtud, que ha hecho famoso a Veracruz a nivel nacional e internacional.

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