José Antonio Flores Vargas
La memoria necesita orden. Las nuevas generaciones deben conocer lo que es el poder. La vertiente populista de los políticos se manifiesta cuando tratan de engañar, promoviéndose en fotografías con niños o con ancianos que muestran los pies descalzos, en medio de la tragedia o el lodo. Así quieren reflejarnos que son sensibles, humanos y solidarios.
Dentro del poder, siempre existe un círculo reducido en la parte central del equipo. Ese pequeño círculo es el que va dando forma al político. Con falsos elogios y mentiras, le susurran al oído que es el mejor, el más grande, el único; así se teje la leyenda. Eso gusta al político, y por ende, se deja apapachar de hombres y mujeres dispuestos a todo.
El poder tiene sus vericuetos. Es obligado saber que en los pasillos del poder siempre deambulan las sombras del intrigante, y también del que entrega a cualquiera, honrando a Judas Iscariote. Esa es una de las formas de la corrupta politización de la política.
La salud pública de la política se encuentra en estado crítico. En los dos debates que se han llevado a cabo, las propuestas y descalificaciones fueron el tema principal. Todos los contendientes, especialmente los tres más significativos, quieren ganar a cualquier precio. En los equipos de campaña, se observa que no hay inventiva para hacer algo diferente.
El domingo, antes de que comenzara el debate organizado por el Organismo Público Local Electoral, ya estaba proclamado un ganador. Los boletines de prensa circularon con antelación, resaltando las principales líneas discursivas que utilizaría el candidato del PRI, Héctor Yunes, en contra de su primo hermano, el ex priista Miguel Ángel Yunes.
Seguimos tal y como dibujo la realidad del país el poeta Octavio Paz, en Las Huellas del Peregrino: “la mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”. En dicha obra nos conmina a centrarnos “contra la mentira oficial y constitucional”, como un “primer paso de toda tentativa seria de reforma”.
A los veracruzanos ya no se les puede engañar. Las ofertas o pronunciamientos que hacen los candidatos a gobernador son realmente graciosas y hasta lo utópico han perdido. La voz popular está segura de que en dos años no se puede exterminar a la delincuencia y que los botones de pánico son una vacilada digna de Walt Disney. La gente sabe que la deuda pública es una losa que tendrá encima por más de cinco sexenios.
La corrupción sí puede combatirse con decisiones firmes y serias, que demuestren que hay cero tolerancia a la impunidad. Castigar a los responsables de la debacle política, económica y social de Veracruz, es el banderazo de salida para construir la autopista que repare las solidaridades dañadas en el estado.
Las propuestas de los candidatos provocan confusión entre ellos y la sociedad. El pueblo de Veracruz se confundió cuando creyó que los candidatos sabían cómo resolver los problemas del estado. Por desgracia, los candidatos siguen creyendo que el pueblo es tonto. Los veracruzanos tienen memoria; no hay confusión. Perciben que se va enmascarando la realidad, en lugar de desnudarla, o cuando menos dibujarla.