En el universo morenista de Xalapa, nadie duda de que en los últimos años el alcalde Ricardo Ahued Bardahuil, logró convertirse en una pieza estratégica para contender por la gubernatura de Veracruz el día 2 de junio de 2024. 

A sólo doce meses de la elección, el avión de Ahued lo coloca en escenarios propicios para alcanzar la designación como candidato guinda, por arriba de otros prospectos desinflados o altamente cuestionados.

Su obstáculo legal fue aniquilado, una vez resuelta la modificación constitucional que le reconoce como veracruzano, por lo que el hombre nacido en Pachuca, pero avecindado en esta capital desde su infancia, no sufre ningún tipo de objeción reglamentaria para postularse al cargo.

Desde su toma de posesión, el alcalde se ha propuesto dar los resultados que exigió la ciudadanía, después del rotundo fracaso de su antecesor, quien ha estado sumamente cuestionado y optó por seguir siendo el hombre de piedra.

Sin embargo, conforme se acercan los tiempos electorales, ha ido arreciando contra Ricardo Ahued una extraña pero consistente campaña en redes sociales y en algunos medios de comunicación, en la que se enfatizan problemas de agilidad urbana y de “obras que se hacen, se destruyen, y se vuelven a hacer”, generando cuellos de botella y frecuentes accidentes de tráfico. 

También sus adversarios hablan de corruptelas en la adjudicación de las obras y hasta de que se ha incrementado la delincuencia en el centro histórico y las colonias pobres. Otros más han llegado a cuestionar las encuestas que son favorables a Ahued, gracias a su labor como presidente municipal. 

Al final, todas esas campañas destructoras, evidentemente teledirigidas, huelen a una meditada estrategia local o del centro, enfocada a impulsar a otras personas que quieren el cargo y que pudieran ser más manejables por la cúpula del obradorismo.

O también pudieran ser canalizadas desde otras fuerzas políticas que no dejan de trabajar en sus proyectos encaminados en quitarle a Morena la gubernatura, al costo que sea, incluso con el propio Ahued como candidato emergente, si fuera necesario.

Los misiles que le están enviando a Ricardo Ahued sólo tendrían como beneficiarios a gentes como Gutiérrez Luna, un prospecto que no ha dejado de insistir en que es el mejor gallo para Veracruz. Un poco quizá también, en beneficio de Nahle, aunque su obús incluye una buena carga de gas altamente inflamable, debido a que es un combustible con alto contenido de corrupción implosiva. Situación similar en lo beneficioso para Manuel Huerta, el súper delegado federal.

Pero si los disparos contra Ahued fueran obuses cuitlahuistas, estos no le harían ningún daño a Ahued, puesto que toda esa batería viene contaminada, echada a perder, y sin poder para impulsarse, es decir, sin ninguna fuerza tras casi cinco años sin resultados para los veracruzanos y con demasiadas irregularidades y decepciones sociales.

Otros orígenes pudieran estar en los equipos de Dante, que siempre lleva juego oscuro, o en las propias formaciones de la oposición y su incendiario discurso del desastre total de este régimen y sus figuras.

Como sea, la inoperancia y nulo carisma de Cuitláhuac García, junto a su gusto por los ataúdes, no auguran más que un camposanto electoral al escenario morenista en 2024 en Veracruz. Y si de palacio provienen los disparos, debe entenderse que derribar el avión de Ahued, es tanto como tirarse un balazo en el pie.

¿Habrá alguien capaz de derribar el avión de Ahued, echándose encima los humeantes restos del aparato? ¿Estrategia equivocada, o culposo y honorable harakiri?

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