No hace mucho tiempo en este espacio se consideró que uno había sido el Andrés Manuel López Obrador en su faceta de candidato a la presidencia, que otro diferente sería ya como ganador de la elección, y que el verdadero lo conoceríamos cuando tuviera la calidad de primer mandatario del país.

Y no es nueva o extraña tal transformación en un político de ese nivel. Además de las de carácter mental, las circunstancias legales, políticas, económicas y sociales son las que van cambiando a los hombres del poder.

Cuando el tabasqueño vendía su oferta política hizo innumerables promesas, unas viables y otras un tanto atrevidas. Pero todas ellas cumplieron con demasía su función. En estos momentos en que prepara su asunción al cargo, ya con alguna información oficial, ha ido modificando, matizando, o haciendo que se olviden, aquellos decires u ocurrencias sin viabilidad.

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Lo que no ha cambiado en absoluto es su posición y sus decisiones respecto al perdón y al olvido, y tampoco ha negado el manto protector a ninguno de sus acompañantes de los tiempos de lucha. El fin de semana envió un cariñoso guiño a Rosario Robles (“¡es un chivo expiatorio!”, aseveró a los medios), la experredista y todavía secretaria federal con Peña Nieto, en serios problemas con las revisiones de la Auditoría Superior de la Federación.

Dentro de los cambios que ha tenido que realizar AMLO, uno de los más observados por la sociedad y por sus votantes, fue el anuncio que a principios de septiembre hizo su próximo secretario de hacienda, Carlos Urzúa. El que será máximo responsable de los dineros mexicanos, aclaró que la pensión universal será para los adultos que hayan cumplido 68 años, y que la de 65 años, se sostendrá únicamente a las comunidades indígenas de poblaciones marginadas.

El domingo pasado, al arrancar las giras del agradecimiento, Andrés Manuel hizo la segunda puntualización. Dijo que México se encuentra en bancarrota y que por ello posiblemente no pueda cumplir todas las demandas del país, pero sí con todos sus compromisos.

Pendiente de lo que hace y dice el jefe de Morena, ese mismo día en Veracruz, la futura secretaria de energía empezó a corregir cualquier malentendido respecto a PEMEX. Estimó en que para estas fechas se tendrían que haber reflejado los beneficios de la reforma energética, y que debido a erráticas proyecciones de economistas, el estado se amarró las manos y no hizo nada. Por ese abandono, tomará más tiempo reactivar las refinerías y llevar al país a la meta de producción de 2.6 millones de barriles de petróleo, lo que se alcanzará no en el primer año, pero sí en los seis de esta administración.

Como se comprueba con esto, el cordón umbilical del nuevo régimen funciona a cabalidad. Son correcciones necesarias y oportunas que deben darse en cadena. Y no es malo que Morena empiece a curarse en salud.

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