La historia de la humanidad va mostrando avances y retrocesos en la evolución de las naciones. Siempre ha sido así. Y cuando se habla de crecimiento y progreso, inmediatamente aparecen las deficiencias y los sentimientos de culpa, de agobio y hasta de laceración o mutilación. Pero todos sabemos que en toda ganancia también hay pérdida. Y también, que en toda pérdida hay ganancia. Así lo demuestran las diferentes disciplinas científicas y humanísticas cuando las situaciones se exploran a través de cristales distintos para mirarlas detenidamente y apreciar sus diferentes efectos.

El tema viene a colación respecto al comentado asunto del aborto en Veracruz, que algunos inconscientes quieren vender como triunfo. Primero debe observarse que estos cambios legales, consumados ayer por el Congreso en Xalapa, quizá no hubiesen ocurrido si la población estuviera lejos de las preocupaciones graves de la inseguridad pública, del desempleo creciente y de la mortal pandemia de Covid-19, o si el tema hubiera sido tratado en otra legislatura o con diferentes legisladores. La realidad es que ayer se despenalizaron varios aspectos sobre el aborto intencional.

Y a este aspecto al que se sumaron algunos grupos que apelaron a la legalidad, se le presenta como una importante victoria de esos promoventes. Pero también, si nos enfocamos en esa realidad, habría que preguntarle a la totalidad de las familias veracruzanas si a ellos les interesa tanto ese cambio considerado “progresista”, inscrito ya en las leyes sobre la materia.

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Es un tema discutido por jurisconsultos en derecho natural y positivo. En ambos bandos se ha concluido que la mujer tiene el derecho a decidir en asuntos relacionados con el aborto. Igualmente, en la Organización de la Naciones Unidas se ha señalado que al no permitir el aborto se ven amenazados una amplia gama de derechos humanos, entre los cuales esta el valor jurídico libertad (libre albedrío), el de la salud, la dignidad y la igualdad. 

Se podría decir que ninguna de esas argumentaciones son vinculantes para el Estado. Y en estricto sentido es así, pero los gobiernos deben tomar todas las medidas necesarias, tanto inmediatas como incrementales, para asegurar a las mujeres el acceso informado y voluntario a los servicios de aborto legal y seguro, como parte del ejercicio de estas en sus derechos reproductivos y en otros derechos humanos.

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No podemos desconocer el derecho de esos promoventes a hacer valer sus derechos. Es lo justo. Pero al final del día, si el tema del aborto se discute al interior de cada familia, con sus creencias religiosas, con sus posibilidades económicas y sociales, con sus costumbres e idiosincrasias, cada familia encontrará una verdad y cada integrante de la familia, que cuente con capacidad legal, encontrará su propia verdad y utilidad de la medida, con pleno apego a su libertad, a su ética moral y a su propia y soberana responsabilidad.

Cuando un arquitecto se equivoca y se derrumba un edificio, siempre se le piden cuentas por la responsabilidad que tiene sobre la obra mal realizada. Cuando hay un accidente aéreo, se busca al culpable para que pague por su mala acción. En el caso de nuestros políticos, ellos han tenido libertad para llevar a la ruina a millones de personas en lo económico, educativo, social, o de salud, y nunca se les exige responsabilidad.

En los siglos recientes deberemos recordar grandes movimientos sociales como aquellos que condujeron a la abolición de la esclavitud, al voto a las mujeres, o como el relativo a la eutanasia o como el simple derecho a la educación. Todos ellos, tratemos de imaginarlos situándonos en el momento en que se hicieron efectivos, y donde también en esos momentos se habló de ganadores y vencidos.

Los movimientos sociales, como las leyes y todas las fuerzas provenientes de la humanidad son dinámicas, jamás podrán ser estáticas. Aquí ni hay ganadores, ni hay vencidos. Y las decisiones personales se van labrando desde el interior del ser humano y sus valores intrínsecos, nunca desde el exterior, con todo y la ley, la religión, la mercadotecnia y los grandes medios de difusión.

Cada uno tendrá un punto de vista sobre el aborto. Cada uno decidirá respecto a sus acciones. Cada uno, desde lo más íntimo e individual, labrará su cruz, su satisfacción, su tranquilidad, su culpa o su desazón, si es que en ese ser humano ya se entendió lo que significa mirarse en el obligado espejo al cerrar la noche. 

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