8.02.2016

La mujer no es más el sexo débil. En los países civilizados las damas hacen gala en los congresos, foros, academias, universidades, cargos públicos y privados y en muchos de los escenarios de la vida cotidiana. Hoy tienen un lugar bien ganado y dignamente reconocido, pero falta mucho camino por recorrer.

Veinte siglos tuvieron que pasar para que las mujeres fueran encontrando un reconocimiento social y jurídico. Los hombres, en un principio, se resistían a estar a la par, pero ahora las justas aspiraciones de las mujeres se han acercado mucho más para reivindicar la igualdad de derechos de la mujer.

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En el mundo moderno, la disputa por los espacios entre los hombres y las mujeres son más grandes que los que se comparten. La esfera de contienda genera una necedad que no permite ver que entre ambos sexos existen muchos medios para construir juntos. Siempre será mucho mejor, hay un mundo de oportunidades entre los dos “géneros”.

Las mujeres no deben vivir una vida alterna entre el llanto y el consuelo. La posibilidad de crecer y hacer valer sus derechos es un imperativo que ellas llevan en la sangre. Quizá por eso, la sociedad tiene cada vez más conciencia de que las categorías sociológicas, políticas y antropológicas no pueden volvernos lejanos y enemistados.

Desgraciadamente la discriminación de género sigue siendo una realidad. Las metas para lograr una verdadera igualdad no las ha logrado ningún país. La lucha debe continuar sin pausa. La celebración del Día Internacional de la Mujer debe apartarse del espectáculo para pasar a ser un momento de reflexión, de acciones para reivindicar a todas aquellas señoras victimas del feminicidio mundial, de la ausencia de oportunidades y de la marginación educativa y social que sufren día a día.

La sensibilidad de la mujer es indivisible y debe ser valorada siempre. La mujer es un puente de solidaridad en cualquier parte del planeta. Creen, y por ello su lucha añeja y legitima, en la igualdad de los seres humanos, recogen firmas contra la última injusticia y aún les queda tiempo para anillar aves o cultivar hortalizas sin fertilizantes.

El corazón de las mujeres se renueva siempre por su parte más noble. Ese espíritu es necesario para enfrentar los grandes desafíos que impone el mundo agitado,. La paciencia de la mujer es necesaria para fomentar, con el mayor cuidado y con la más excelsa delicadeza, los valores que se han perdido en la política.

La lucha de todas esas mujeres valientes, positivas y bien intencionadas, tendrá que seguir siendo con el corazón para demoler la utopía de alcanzar la igualdad. En la casa como en la política, sin mujeres no hay democracia. (AF)

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