En la cumbre morenista y en el ánimo del presidente Andrés Manuel López Obrador sólo existen tres mujeres: la secretaria de gobernación Olga Sánchez Cordero, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo y la secretaria de energía Rocío Nahle García.

Las tres damas son cercanas a AMLO. Han mostrado que son luchadoras incansables y pudiera afirmarse que dónde han puesto los ojos, han puesto las balas. Mujeres entronas, apoderadas y exitosas, sin lugar a dudas.  

Y si de mujeres se trata en Veracruz, la zacatecana Rocío Nahle es la que se encuentra en los cuernos de la luna, en cientos de menciones en los medios de comunicación y en miles de comentarios de las redes sociales.

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Sale en todos los periódicos para bien (y para mal, algunas veces). Por estos lares es la envidiada reina de la cuarta transformación. En Veracruz tiene mucha imagen y a varios columnistas repitiéndonos cada semana sus cualidades y virtudes.

La señora ha hecho su vida profesional y familiar en el estado de Veracruz y ha podido colocar a no pocos paisanos en puestos y posiciones de todos los tamaños. Su trayectoria ha estado ligada a PEMEX, donde la aprecian y respetan.

En estos días sólo la jefa de gobierno de la Ciudad de México le comparte el privilegiado lugar del futurismo ante el ejecutivo federal.  Las dos tienen el mundo por delante y han trabajado lealmente en favor de Andrés Manuel. Cuentan con la edad, la fuerza y la cercanía adecuada para trascender hacia otros rumbos mejores o similares a los que conocen ahora. Y entre los veracruzanos, Ricardo Ahued—que no suele equivocarse en lo político—, Amado Cruz y otros destacados morenistas integran su cuadra.

En la época del presidente José López Portillo había un destacado personaje jarocho cerca de él. Pero cuando el ejecutivo le ofreció la gubernatura de Veracruz a Gustavo Carvajal Moreno, a este se le hizo poco, porque los malos consejos y la falta de reflexión sobre la almohada, le hicieron soñar en la mismísima presidencia de la república. Al final de esos devaneos y escarceos, ni pudo ser presidente, ni tampoco gobernador. La moraleja de este asunto fue que el político de los tuxtlas se quedó bailando en la loma o como aquel triste perro de las dos tortas. 

Ojalá que a la señora Nahle no se le suban los mareantes humos, ni se pierda en las alturas del Valle de México para caer vapuleada como una adornada piñata. Ojalá y recuerde la vieja canción infantil que aún se canta en las fiestas mexicanas: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino”. Y que bien calificada como suponemos que estará de aquí a cinco años, ocupe en su momento la gubernatura, antes de pensar o definirse por falsas posibilidades presidenciales.

Porque nadie duda hoy en Veracruz que más pronto que tarde, la poderosa aplanadora legislativa estatal modificará la constitución local para permitir que dos o tres no veracruzanos puedan buscar la ansiada gubernatura. Y muchos piensan que la propia Rocío haría mejor papel que varios de los políticos que han estado ahí o que aspiran a la silla del palacio de Enríquez.

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