El último mazazo o marrazo al minusválido Partido Revolucionario Institucional se lo dio este miércoles la renuncia definitiva de José Narro Robles, uno de los pocos militantes con honorabilidad que quedaba en ese instituto político. Con él se fue también Beatriz Pagés Rebollar una destacada periodista que insistía en portar la camiseta tricolor.
José Narro tiene un historial diferente al de los tradicionales políticos priistas. Había sido dos veces rector de la UNAM, secretario de salud y hasta precandidato a la presidencia de la república. Actualmente buscaba ser presidente nacional de su partido. En su larga trayectoria dentro del sistema priista nunca fue parte del grupo de políticos acusados de enriquecerse en el ejercicio del poder.
En realidad, su inesperada salida del PRI puede catalogarse como una notable pérdida, y por qué no decirlo, una debacle al interior, después de que otro candidato a dirigirlo, está siendo acusado por sus notorias ligas con el presidente López Obrador. Basta señalar que ya bautizaron como “Amlito” a Alejandro Moreno, el gobernador campechano con licencia, que busca la presidencia partidista.
En sus cartas de separación del partido, Narro Robles y Pagés Rebollar manifestaron también su renuncia a la militancia para no volver más por esos rumbos.
Después de que Enrique Peña Nieto recuperara del PAN la presidencia de la república en las elecciones de 2012, en los seis años siguientes el propio mexiquense se encargó de llevar a su partido a su más honda oscuridad, a causa de las acusaciones de corrupción de varios integrantes de su gabinete, de su exesposa “La gaviota” -recuérdese el caso de La Casita Blanca– y del grupo de exgobernadores corruptos que se enriquecieron con cargo al erario, que él apoyó a pesar de las insistentes y demoledoras denuncias ciudadanas en varios estados del país, como los señalados robos de cuello blanco que cometieron Cesar y Javier Duarte, Roberto Borge, entre otros.
Para complicar más las cosas en el priismo, esta semana fuentes periodísticas indicaron que el propio Peña Nieto sería requerido por autoridades de Estados Unidos para aclarar transferencias monetarias irregulares.
El PRI parece que vive sus últimos instantes como opción política real para la población. Pocos son los actores relevantes o personas comunes que desean ser inmiscuidos en esa formación convertida en un triste polvorón que no termina de desmoronarse. Sus estilos antidemocráticos, deshonestos y vetustos no tienen nada que ver con la realidad nacional del siglo XXI.
En relación a los ya expriistas Narro y Pagés, hasta el momento no se sabe si piensan participar con otros colores del espectro o si, como hicieron Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala el año anterior, optarán por buscar la creación de otro partido político.
Su renuncia al PRI y a su militancia constituye una muestra más del reacomodo de fuerzas y de la efervescencia política que existe en México en estos tiempos.