Los afanes continuistas de AMLO y su necesidad de permanecer vigente en el centro de su movimiento transformador (y en la historia patria), fueron puestos bien claros desde el 19 de junio de 2023, cuando Marcelo Ebrard recorría el país luchando por acabar con aquel autoritario “Es Claudia” que desde 2020 se mencionaba en los pasillos palaciegos y en miles de bardas y paredes del país, como señal inequívoca que López Obrador había lanzado al imaginario colectivo nacional como inquietante mensaje presidencial.

En ese tiempo muchos políticos de todos los colores no creían que el dedazo morenista ya estaba dado y operando en el creciente sistema obradorista permeando todo el territorio.

Ese día Ebrard estaba en gira y, pensando en halagar al caudillo tabasqueño para que lo eligiera como sucesor, propuso que si llegaba al máximo cargo, crearía la Secretaría de la Cuarta Transformación, agregando  la siguiente frase en su discurso: “Pienso en Andrés Manuel López Beltrán para dirigir esta dependencia”.

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Hace unos días y olvidando su añeja crítica al nepotismo prianista, el presidente de la república anunció que su hijo Andrés Manuel López Beltrán incursionaría en el partido Morena, recibiéndole la nomenclatura con beneplácito extremo como lo hizo el senador Fernández Noroña, y ayer en el congreso nacional del partido Morena, nadie dudaba de que López Beltrán se convertiría en secretario de organización del partido gobernante, gracias a las desaseadas formas democráticas de moda en los escenarios obradoristas.

Destacados analistas del país especulan en que Andy se convertirá en el apoyo principal de Claudia Sheinbaum en el manejo del partido, aunque muchos personajes del medio político consideran que la presidenta de la república estará cercada y vigilada por los morenistas radicales y por el propio hijo de López Obrador que siempre ha operado desde las sombras y los conciliábulos en los procesos electorales de Morena y además ha intervenido en innumerables asuntos de la administración pública y de la gobernanza en general.

Marcelo Ebrard como toda la cúpula obradorista, conocen de sobra las decisiones y los alcances del hijo consentido del mandatario nacional. Sólo falta saber si la influencia y poder serán iguales, sin importar la distancia desde el futuro domicilio del progenitor, allá en La Chingada del sureste.

Pareciera que el hijo se encamina a la candidatura presidencial en el año 2030 sin oposición que lo impida. Ya se verá si el endeudamiento nacional de esos tiempos venideros y la imparable inseguridad pública que seguramente seguirá, le permiten expresar ideas autoritarias y antidemocráticas como la que ayer mismo Andy normalizó al refrendar que “mantendrá el legado de su padre”, como si de una atrasada nación bananera se tratara.

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