No habrá modificaciones sustanciales en el manejo del gobierno del estado. Ni siquiera en el horizonte se vislumbran cambios que pudieran conducir a una transformación verdadera que beneficie a la gente en los términos ofrecidos por López Obrador, sus generales y el propio partido morenista. La rumorología existente se basa en simples deseos o disgustos de algunas obcecadas mentes de origen local.

Y porqué se afirma esto de una manera tan categórica. La razón de esta aseveración se funda en la inexistencia -hasta este momento- de una oposición real y articulada que esté trabajando en el territorio con el objetivo de alcanzar sustanciales propósitos político-electorales en junio de 2021.

Al no haber oposición real, y al ser eficaces las estrategias con las que varios liderazgos regionales están siendo amenazados, cooptados o asimilados por el régimen obradorista, esta situación permite que el presidente López Obrador no tenga necesidad de hacer cambios de ninguna naturaleza. En otras palabras, significa que el combustible del ferrocarril guinda es suficiente para seguir viajando por las vías nacionales de la 4T.

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Si existe alguna planeación para modificar el escenario político, esta pudiera ser a mediano y a largo plazo. Las cabezas inconformes estatales trabajan lentamente solo para ganar algunas diputaciones y para reagrupar fuerzas y financiamientos rumbo a la elección del gobernador en 2024. La lectura de esta actitud parece provenir de la conclusión unánime de dejar por ahora a que los de enfrente terminen su fiesta.

Pero a como se están dando las cosas en estos momentos, y haciendo planes rumbo a 2024, la única manera de alcanzar esa meta de derrotar al partido morenista, haría necesaria la unificación de todos los partidos en una oposición conjunta, aliada con los movimientos de origen social y los sectores empresariales aportantes de recursos en metálico.

Todos ellos haciendo real la utópica unión de azules, tricolores, amarillos, emecistas, partidos estatales de nuevo cuño y todas las asociaciones civiles, además de la imprescindible alianza de todos los Yunes y de empresarios con apellidos como Chedraui, Ruiz, Diez y todos aquellos señores de alto tonelaje. Pero aquí es donde nace la pregunta del millón: ¿Será posible integrar, aunque sea por una sola vez, esta formación triunfadora?

Solo así se lograría un triunfo en 2024 contra López Obrador y sus inacabables presupuestos federales para repartir dinero a diestra y siniestra.

Por lo pronto este año no habrá cambio de estafeta en la cúpula estatal, y si por algún accidente la hubiera, las circunstancias políticas y gubernamentales seguirían exactamente iguales a las de este día. Sería tanto como sustituir a un peón por otro peón en una temprana jugada de ajedrez.

Continuaría la destrucción de Veracruz y de sus posibilidades de crecimiento y progreso, tal como ha sucedido en estos 10 años.

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