Hasta hace poco tiempo, noviembre se caracterizó por ser un mes dedicado a la difusión del Informe de Gobierno que los mandatarios veracruzanos están obligados a rendir a la población cada año, en cumplimiento de lo que ordena la Constitución Política estatal.

La primera mitad del mes se utilizaba para dar a conocer, día tras día en los diferentes medios de comunicación, los resultados de los programas, las obras construidas, los avances en la agricultura, en el combate a la pobreza y en la creación de empleo, entre otros temas.

Después del evento protocolario de la presentación del informe el 15 de noviembre, venían los días en que el ejecutivo estatal hacía dos o tres informes regionales, al tiempo que los secretarios de despacho, acudían ante el Poder Legislativo a hacer la glosa y a responder los cuestionamientos y dudas de los acuciosos diputados locales, que por lo regular trataban de tundir con críticas o cuando menos exhibir a los principales colaboradores del gobernador en turno.

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Este año, aunque esperamos que la segunda etapa se cumpla a cabalidad, nos hemos dado cuenta que se suprimió la primera parte del ritual acostumbrado, en el que de manera anticipada se iba publicando la información más destacada en cada uno de los sectores de gobierno.

Pero este año eso no ha sucedido, y creemos que debido a dos poderosas razones. La primera, porque no hay mucho que informarle a la sociedad. Y la segunda, porque con el uso y abuso de las redes sociales que se ha instaurado en la política de comunicación de este régimen, el hecho de disponer la información oficial mediante microcápsulas, trivializaría los avances, perdiéndose en la Internet y su inmensa nube.

Por suerte para el que gobierna, el escenario veracruzano, que podría medir los 700 kilómetros de largo que tiene su litoral, puede exponer todo tipo de noticias, chismes, cuentos y hasta los célebres rollos del Mar Muerto, si fuera necesario.

Y es que lo que se ha visto en las semanas recientes, apoya el circo, la maroma y el teatro que se necesita para olvidar la exigencia de resultados de gobierno, que debiera contener ese informe anual. Ha habido un exceso de fuegos artificiales.

Primero, la sorpresiva noticia del presidente Enrique Peña Nieto, sobre los mil 500 millones de barriles de crudo en Cosamaloapan. Aunque fue un buen intento distractor, no faltó el abusado que vino a recordarnos que ese “megadescubrimiento” se dio a conocer desde hace 15 años, y que por otro lado, dará beneficios allá por 2019, si es que pueden arrancar la producción al subsuelo de la cuenca del Papaloapan. Al final de la tarde, una frustrante decepción, y para muchos una burla.

Pero para continuar con el apoyo presidencial al gobernador Yunes, después del descubrimiento petrolero de la semana pasada, el Ejecutivo Federal vino personalmente a hacer el hundimiento de un buque chatarra para convertirlo en arrecife frente a las costas de Veracruz.

Ahí pudimos percatarnos del único efecto de esa puesta en escena: el celebrado y “cálido” saludo que Peña Nieto brindó a la delegada de Sedesol, Anilú Íngram, que en el afán de la exageración mediática, bien podrían mandar como tercera en discordia a la candidatura gubernamental, en lugar del binomio feliz de los Yunes rojos.

Otro hecho calificado como cortina de humo y minimizado ayer mismo por el periódico Imagen de Veracruz, fue aquella vieja noticia que vinculaba al exgobernador Fidel Herrera Beltrán con los zetas, a través del contratista Francisco Colorado Cessa, preso en Estados Unidos. El propio Herrera Beltrán acudió ayer a dos importantes medios de comunicación de la Ciudad de México para aclarar la situación, deslindarse y aprovechar para decir que él no tiene tareas ni pendientes en el estado, y que tampoco lo han invitado, razón por la que no suele visitarlo.

Por lo que se comprueba hasta este día, todos esos intentos por cimbrar a la opinión pública, más bien parecen esfuerzos por ocultar la falta de resultados ofrecidos en el “gobierno del cambio”.

Creemos que son innecesarios todos esos intentos para desacreditar a un exgobernador como Fidel, siete años después de que éste concluyó su gestión. Pensamos que Yunes Linares debe guardar esos afanes por cimbrar a la sociedad y esa manía por envolver o enmascarar la penosa realidad veracruzana. Sabemos que los problemas de inseguridad a causa de la delincuencia organizada, están más allá del alcance de un gobernador. Y sabemos también que habrá pocos resultados cuando, en efecto, hay poco dinero en la tesorería.

No hace falta que siga en esa actitud, porque a un año de conocerlo, la gente ya tiene el veredicto sobre su gestión y quizá lo haga valer en las urnas en 2018. Con todo y sus timbres policiacos, la población pudo comprobar que el gobernador Yunes Linares no cumplió con lo que muchos creían que sí podía hacer: detener a los que robaron al erario y recuperar los dineros perdidos.

De esas dos promesas ha hecho muy poco. Lo demás son tres o cuatro obras, despensas y dispensas por doquier, y más que otra cosa, un exceso de rollos.

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