En el estado de Veracruz mucha gente podría pensar que los partidos están en la ruina política, económica y moral.  Las elecciones pasadas mostraron que el PRI, el PAN y los demás institutos políticos cayeron del ánimo de la población. El triunfo arrollador de MORENA dejó en la lona a las demás aspiraciones, resaltando solamente el segundo lugar obtenido por el partido azul.

Sin embargo, a cuatro meses del cambio y la transformación anunciada, muchos de los que simpatizaron por ese partido en esos comicios, empiezan a alejarse por desconfianza y frustración. Dentro de Morena empiezan a notarse fisuras, desconciertos y diferencias. Algunos consideran regresar a sus colores políticos originales, pero otros ya no quieren saber de partidos u asociaciones, optando por figuras representativas surgidas desde el ámbito ciudadano.

Y ante la desconfianza y el desencanto social, emergen pronunciamientos e iniciativas sobre financiamiento de organizaciones y de partidos, o de etapas de renovaciones y hasta de resurrecciones. En esa dinámica se mueven ya los partidos veracruzanos, sin excepción alguna.

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Por esas circunstancias de inestabilidad e impaciencia, en estos momentos todos ellos están partidos y repartidos; desmantelados y desangelados, llámense Morena (aunque en menor escala), PAN, PRI, PRD, MC, PVEM o PES o como se llamen o pretendan llamar en el futuro. Y en ese maremágnum de intenciones y proyectos, surgen y resurgen apellidos como Yunes (azules y rojos), Zúñiga, Ramírez, Domínguez, Herrera, Aceves, Garrido, Flores, Guizar, Guzmán, Mancha, Mantilla, Bernal, Dauzón, Rementería, Basilio, Méndez de la Luz y otros más.

La desilusión de los que emigraron a Morena está impulsando retornos políticos. Y por su parte, la falta de resultados en cuatro meses morenistas, está ocasionando una ilusión o movilización para recuperar militancias que se dejaron engañar con el canto de las sirenas de piel guinda.

Capitales que alguna vez apoyaron a líderes morenistas, ahora se dirigen a otros colores. Capitalistas y dirigentes multicolores confluyen en caminos que pretenden conducir a resurgimientos. Pero necesariamente serían resurgimientos a partir de sendos fenómenos de resurrección política. 

Los tiempos de Semana Santa, plenos de sacrificio y resurrección católica, inspira estas ideas y propuestas encaminadas a equilibrar el espectro político estatal. Ahora ya no parece lejana la posibilidad de que algún otro partido logre destronar el poderío de las huestes lopezobradoristas, mermado a consecuencia de la incertidumbre que todos los días se incrementa respecto a las potencialidades, el desarrollo y el progreso de la nación mexicana.

Si López Obrador y Cuitláhuac continúan mostrándose erráticos como hasta ahora, es posible una resurrección política, a partir de la reconstrucción de uno de estos partidos políticos o del surgimiento o resurgimiento de una figura pública con suficiente liderazgo y sustentada esencialmente desde lo ciudadano.  

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