José Antonio Flores Vargas

A raíz de la presentación del Cuarto Informe Presidencial, los medios de comunicación han publicitado el contenido del mismo, haciendo énfasis en los temas que les han parecido de interés público.

El 4 de septiembre pasado, El Economista informó que SEDESOL identificó a 6.1 millones de personas con carencia alimentaria en 2,457 municipios con grandes porcentajes de pobreza extrema, donde la institución estaba desarrollando sus programas contra la pobreza. Al otro día, el periódico Excélsior dio la misma información, pero con la cabeza: “Hay 6.1 millones de personas con hambre”.

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Aunque en Veracruz la dependencia federal aplica su Cruzada contra el Hambre, que ha dejado buenos dividendos a malos funcionarios, la realidad es que el problema tiene características alarmantes. Casi 2.4 millones de personas (el 30% del total) presentan carencia alimentaria, por lo que sufren todos los días para contar con alimentos suficientes en cantidad y calidad proteínica. Esto significa que 3 de cada 10 veracruzanos padecen esta situación. Esta cifra es gravísima, ya que el estado tiene más de 6 puntos porcentuales arriba del promedio nacional, que es de 23.4%.

Cuando se observan estas informaciones negativas, de manera inmediata viene a la cabeza, el hecho de que Veracruz, tiene esa carencia, pero también otras, igual o más lamentables: carencia de seguridad pública, carencia de empleos, carencia de honestidad en los gobernantes, carencia de valores morales en muchos de sus funcionarios, carencia de confianza en las instituciones, y cada vez más, carencia de esperanza en un mejor futuro.

Este estado de cosas, lleva a recordar la Gran Depresión que inició en 1929 y terminó un poco antes de la segunda guerra mundial, por un periodo de 10 años. La gran depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa en octubre de 1929 y se extendió a todos los países del planeta.

Fue la depresión más larga y de mayor profundidad en el siglo XX. La inseguridad y la miseria causaron la disminución de las actividades productivas, provocando la caída de los precios de las cosechas y la destrucción de la renta nacional y los ingresos fiscales. El resultado fue la aparición del desempleo a enorme escala y la hambruna en muchas regiones del planeta.

Ojalá y Veracruz encuentre un liderazgo responsable que conduzca a la población y que restablezca la confianza de los veracruzanos para reconstruir el tejido social dañado y las instituciones lastimadas.

Lo que le sucede actualmente al estado y a sus finanzas públicas, puede degenerar en una gran depresión inmovilizadora y autodestructiva, que en un círculo vicioso ocasione daños irreparables.

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