5.02.2016

Entre dimisiones, descalificaciones y actos de corrupción los lideres de nuestro país se comportan como mascotas. Se entretienen con una simple pelota de plástico ante los escándalos que sacuden la vida pública. Negarse a cumplir la ley se asemeja al acto del amo que lanza un objeto a un perro y este se lo devuelve con la boca. Cada uno se echa la bola y la recoge para regresarla.

Algunos de los casos de corrupción se han dejado de rascar porque parece aburrido seguir mordiendo con lo mismo. La neurosis religiosa absurda de la reforma al artículo 4 de la Constitución de Veracruz, los discursos y las promesas políticas de los candidatos, la riqueza “explicable” de los políticos en funciones, la indolencia para cumplir la ley, es la pelota a seguir de aquí a la primavera.

Desgraciadamente en el ámbito mediático tendrán que darse a conocer todos estos vicios. En otros países, con democracias más adelantadas, la regla general es que antes de que un escándalo llegue a la opinión pública el funcionario público dimite antes de ir a la cárcel o de que le surtan una patada por el trasero, ya sea porque protagonizó una estafa al estado, porque haya mentido en una declaración, porque tenga infinidad de propiedades sin que cuadren con sus ingresos o sencillamente por ser un idiota.

El derecho a la información es un asunto importante en cualquier democracia, aunque parece destinado a todo lo contrario. La pelota rodará, se seguirá lanzando de un lado a otro, se bromeará con los peluches hasta que los escándalos de corrupción o graves problemas políticos se disuelvan. Mientras tanto los cercanos de esos políticos se despabilaran para hacer contrapeso a todo lo que atente contra su amo, hay que entender que es la forma en que se ganan la vida.

Cada quien tiene su pelota (AF)

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