En pleno siglo XXI y tratándose de una de las cinco entidades federativas más importantes por su producto interno bruto y por sus vastos recursos naturales, las cosas en Veracruz se siguen desdibujando en muchos aspectos de la vida pública.

Tampoco se nota en favor de la sociedad y de las posibilidades de progreso estatal, el hecho de que una instancia evaluadora internacional hubiera ubicado en los primeros lugares de Latinoamérica a la Universidad Veracruzana, nuestra máxima casa de estudios.

Hasta ahora, el cambio de gobierno no ha traído mejores condiciones a Veracruz. El gobernador hace todos los esfuerzos para elevar la confianza de la población y para echar a andar la maquinaria oxidada y obsoleta que sostiene a la administración pública; también para enderezar las desaforadas ansias y ambiciones de sus noveles colaboradores. 

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El máximo representante de la Iglesia Católica ha puesto los puntos sobre las íes en relación a la terrible y temible inseguridad pública que nos agobia. En casi todo el territorio estatal, las nefastas muestras del crimen y la tragedia aparecen día a día sin que haya alguien que brinde una acción convincente o dé una palabra de tranquilidad y credibilidad en las instituciones procuradoras de la seguridad pública y de la justicia.

En Coatzacoalcos, los ciudadanos están desesperados y en completa psicosis por la ola criminal que avanza imparable en ese y en los municipios colindantes. El horrendo asesinato de una señora empresaria unió a los diferentes sectores para presionar y acusar a las autoridades por su inacción y desvergüenza. El fin de semana marcharon multitudinariamente para manifestar su repudio y exigencia de paz pública y protección a familias.

Sin embargo, ese penoso y triste caso no logró mover la humanidad a todas las conciencias. Alguna persona de la más baja ralea circuló las fotografías del cadáver de la desafortunada mujer en la morgue, sin ponerse a pensar que esas imágenes podrían llegar a dañar a sus tres menores hijos. Y esa manifestación de pobreza moral también la tuvo otra persona que elaboró y viralizó toda una crónica fotográfica, utilizando el caso para seguramente entrampar o complicar al Fiscal General y al propio gobierno estatal. Esto es el mal ejemplo de una tragedia convertida en un vehículo para hacer política corriente.

Otra situación que hace pensar en que las cosas no se están operando correctamente respecto al crimen organizado, es en la capital del estado, donde hubo un sangriento fin de semana a causa de los grupos delincuenciales que rebasaron a todas las autoridades. El presidente municipal de Xalapa demostró un exceso de pereza mental cuando al ser cuestionado por la prensa, señalara ingenuamente que todo ello se debía a que le renunció el que había designado al frente del área responsable.

 Hay temas con los que los funcionarios no debieran jugar. Pero para no incurrir en esa falla, las autoridades elegidas por el pueblo y sus colaboradores, primero deben poseer ética profesional, solvencia moral y suficiente capacidad intelectual, poniéndolas al servicio de la sociedad.

Pero parece que eso es mucho pedir.

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