En su participación de ayer en el periódico El Financiero, el periodista Raymundo Riva Palacio hace una interesante reflexión sobre lo que está sucediendo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en los inicios de esta época de la Cuarta Transformación y del primer Presidente de la República surgido desde la izquierda mexicana.

Con el conciliador título de “La Corte: dónde sí, dónde no”, el columnista propone que lo que debe analizarse, (en lugar del debate mediatizado de los sueldos), y eventualmente fustigarse, no es la institución per se, sino la integridad de los ministros, sus mecanismos de autorregulación y la calidad de sus decisiones, los que debieran ser pasados por una revisión crítica. El reportero ilustró la máxima de las águilas reales, invocada frecuentemente por el filósofo español Ortega y Gasset: Hay que volar alto y mirar lejos. Por ello es importante examinar con mayor profundidad el papel de los ministros de la Corte.

En torno al repudio de AMLO a las instituciones, señala que hay que salirse de esa discusión coyuntural y plantear un debate de largo aliento y alcance. Riva Palacio afirma que no se puede soslayar la ausencia de mecanismos de autorregulación, que se debe profundizar en el análisis de la SCJN y, sobre todo, revisar si los ministros actuales están o no a la altura de las nuevas circunstancias nacionales, o si como otras instituciones, son ellos o ellas lo que hay que cambiar, sin afectar a la institución que debe seguir siendo contrapeso de los otros Poderes de la Unión.

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Si trasladamos esa percepción periodística a lo que ocurre en Veracruz, nos damos cuenta que ejercicios similares, estarían haciendo falta respecto al Tribunal Superior de Justicia del Estado, desde hace mucho tiempo.

Debe recordarse, por ejemplo, cuántas veces fueron cuestionadas las designaciones cupulares de magistrados que llegaron por recomendaciones o peticiones políticas, que nada tenían que ver con la preparación, la formación y la carrera judicial. Incluso muchos evocan la frase de una magistrada, incongruente, en lo que dice y hace, que dijo: “cualquiera podía -¿o puede?- ser magistrado”.

Otro aspecto criticado en el terruño es en torno a los excelentes sueldos de esa institución y las prestaciones jubilatorias o de retiro que pueden recibir cuando quieren o deben retirarse del cargo.

Acaso el Poder Judicial veracruzano es un poder que se puede hacer chiquito a conveniencia, siempre y cuando se le aprueben mejores remuneraciones y presupuestos. ¿O seguir cumpliendo algunos caprichillos familiares y de vanidad a sus cabezas y críticos de adentro?

¿Fue políticamente incorrecta la negativa de Cuitláhuac García Jiménez a asistir a un desayuno o primer encuentro con los magistrados y con su titular Edel Álvarez Peña? ¿Es adecuado acallar temas torales como la instrumentación, construcción y puesta en operación de las famosas ciudades judiciales? ¿Es correcta la convocatoria del Ejecutivo para designar a nuevos togados? ¿Será prudente pensar en que llegó la hora de que una mujer lo presida? ¿Será posible que algún día un gobernador respete cabalmente a los otros poderes del Estado, como lo plantea la Constitución?

Son preguntas que quedan en el aire, con tufo a sospecha. También en Veracruz, hay cosas que se pueden, y otras que no se debieran hacer.

Mientras tanto, los privilegios y prebendas será el trasfondo en está lucha de egos.

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