4.04.2016

Para entender el significado de una palabra a veces tenemos que escudriñar su origen etimológico. Porquería viene de puerco, nos dijeron desde niños. La etimología nos lo confirmó cuando ya mayores acudimos a ella.

Evocando a los griegos, Homero, para ser más exactos, narra en La Odisea, la historia de Eumeo el porquero que se mantuvo leal a su amo y lo ayudó a matar a los pretendientes que aspiraban al amor de Penélope y a las riquezas de Ítaca, cuando Odiseo volvió de Troya, diez años después de acabada la guerra. Feliz final para la pareja de esposos reencontrados y para el noble porquero o porquerizo. Bello poema épico que enaltece los valores humanos y relata no pocas astucias del valiente rey protagonista.

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Sin embargo, no siempre las historias alusivas a los cerdos o a quienes tienen que ver con ellos, presentan desenlaces gratos o altos valores morales o éticos. Por lo regular, desde jóvenes, y sin que nos lo enseñen, cuando vemos u olemos porquería –de cualquier tipo-, nos alejamos lo más posible. Es la naturaleza humana, o la ecología, o la biología, dicen los estudiosos de varias disciplinas.

Hacemos estas reflexiones porque en Veracruz desde hace varios años enseñorea la porquería en varias de sus acepciones y en todas sus manifestaciones. Existen varios casos representativos. Pareciera que en esta parte del país nos tocó vivir la más ominosa versión de la palabra cerdo.

El Estado y varios Municipios han adquirido una deuda descomunal y desproporcionada. No existen suficientes obras públicas de envergadura, que justifiquen el monto de esos dineros. Y es un hecho que los ingresos tributarios no sustentan con holgura los pagos a la banca y las necesidades de obras y acciones nuevas.

Tampoco el INEGI ni el CONEVAL han referido un mejoramiento sustancial en las condiciones de vida de la población, ni en el combate a la pobreza y marginación, que sirvan para validar la eficacia o resultados de los programas de gobierno y sus erogaciones publicitadas.

Los medios de comunicación publican diariamente quejas o señalamientos sobre deudas millonarias con proveedores, contratistas, pensionados y maestros, entre otros. Existen desacuerdos y desencuentros financieros con instituciones señeras como la Universidad Veracruzana. Esto se traduce en deuda y más deuda.

Las instituciones fiscalizadoras de la Federación reclaman elevados montos no ejercidos y desaparecidos de las cuentas institucionales, además de altos grados de incompetencia y corrupción en los cargos públicos.

Y si hablamos del problema de la impunidad en Veracruz, el estado tiene enormes deficiencias señaladas por varios sectores de la sociedad, que han sido divulgadas extensamente, y por las instancias federales correspondientes.

Para aumentar el problema, los funcionarios públicos de todos los niveles parecen no importarles las fallas, el desorden administrativo y la decadencia moral que tienen en los umbrales del caos a Veracruz.

Pero lo más crítico de la situación, es observar que el Gobierno Federal envía señales de no querer acercarse a este estado de cosas y de podredumbre. Y parece obvio. En el horizonte veracruzano, hiede a cada paso que se dé. Nadie transita por un camino lleno de infestación. Debemos entenderlo.

Aunque el estiércol se quiera convertir en anécdota, la porquería cubre todo el ambiente y no se puede ocultar. Ahí están ‘Los Papeles de Panamá’  (AF).

 

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