El Partido Revolucionario Institucional, el antes poderoso PRI, sufre desde hace varios años la inevitable influencia de la geopolítica internacional, de sus circunstancias y sus causalidades. Lo vivió más durante la presidencia de Enrique Peña Nieto, y se agachó disciplinado, cuando el entonces mandatario tuvo que plegarse a las primeras decisiones e intenciones de Donald Trump. Situaciones semejantes que ahora le suceden a López Obrador y a su partido Morena con el presidente estadounidense. 

Queramos o no, la cercana lucha entre republicanos y demócratas en Estados Unidos habrá de definir muchas cosas en México en los meses por venir. El que piense lo contrario está ciego, o no sabe nada del poder y de sus actores principales. 

Una de las instituciones políticas otrora fuertes, fue el PRI de la dictadura mexicana que descubrió el escritor Mario Vargas Llosa el siglo pasado. Pero el partido se desfondó miserablemente cuando quiso enterrar en el suelo del olvido las metálicas riquezas mal habidas de gobernantes corruptos. Solo consiguió decepción, desánimo, odio y alejamiento de las bases.  

Y cuando ganó Fox, decayó otros peldaños. Unos más se los llevó Calderón, el desobediente. Los escalones más cercanos al infierno de la política fueron demolidos por la traición, el desorden, la incapacidad y la rapiña de Peña Nieto y sus 40 mil ladrones. 

Ahora, junto a las otras fuerzas políticas nacionales, lo que quedó del priismo, jura y dice prepararse para quitarle poder a López Obrador en las elecciones de junio de 2021. Quieren gubernaturas, diputaciones y alcaldías. Pero no tienen más armas que los sueños, el onanismo y las alucinaciones.

Cómo es que las conseguirían, si de aquel priismo avasallador solo quedan unos cuantos escuadrones chiflados, que cantinflean día y noche y que deambulan por el territorio con máscaras sobre los ojos, peleando las sobras del banquete. Los que fueron honorables priistas -que los hubo-, se fueron yendo desde hace varios años a rumiar su coraje y su frustración. No quieren saber del PRI y se desterraron voluntariamente de los escenarios políticos.

Otros que tienen la cola sucia y hacen como que no saben nada de esas corruptelas y fallas morales, están en el punto de mira de las actuales fuerzas políticas, del sistema morenista y de las necesidades de sangre y circo de Andrés Manuel. En su horizonte observan la guadaña o el fantasma del encierro en los penales. Hay tiburones o buitres grandes, medianos y pequeños. Este grupo azorrillado, poco podría hacer por rescatar un partido tricolor aniquilado en lo verde, en lo blanco y en lo rojo.  

Y el tercer segmento, que es menor, porque los ladrones por naturaleza son reacios a compartir algo que no sean limosnas, está formado por liderazgos aparentemente poderosos, pero que nunca tienen la fuerza para oponerse a los depredadores más grandes. A estos, a veces el sistema político les elimina de la única forma posible: con el asesinato. Así hemos visto crímenes impunes en todos lados. En Veracruz, sus viudas aún lloran al ganadero y dirigente cañero, diputado, líder priista y multimillonario Juan Carlos Molina, destruido a balazos en su propio rancho.

Y regresando a esta entidad federativa, gobernada por el partido Morena y por un desorientado discípulo de AMLO, ni siquiera las pequeñeces mostradas, tienen quien les haga un decoroso frente opositor. En el PRI, desde luego no hay nada, solamente un grupo de filibusteros de poca estatura, de pocas ideas y de escasa visión. Para colmo, uno de los fríos santones del priismo, tercermundista electoral, está refugiado en la “docencia” lamiendo sus heridas, a decir de sus publicistas.

Acaso, alguien en su sano juicio, concedería alguna posibilidad al pequeño Marlon Ramírez y a su liliputiense equipo, en su autollamado intento por rescatar al PRI en Veracruz. Quizá en su domicilio exista alguna esperanza. En el puerto, no. En Xalapa, difícilmente. Y con el estigma de Yunes Linares (¿o Rementería?), menos.

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Pareciera que el sistema político mexicano y sus próceres actuales le dieron su sentencia al priismo raquítico y en estado de inanición: “Tu destino es en silencio: destierro, encierro o entierro. Tú eliges”.

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