¡Pepepepepepe/pepepepepepe/pepepepepepe/pepeee!” Con ese repetitivo coro, inicia una vieja canción de origen brasileño a ritmo de samba, que los nostálgicos suelen escuchar para alegrar sus fiestas.

Y esa reiterada introducción musical, recuerda a la perfección lo que los veracruzanos empiezan a escuchar en el ambiente estatal: Dentro de las precampañas y campañas políticas de la época, y por parte de uno de los partidos contendientes, todo se reduce a dos Pepes. José Antonio Meade para la presidencia de la república y José Yunes Zorrilla, candidato a gobernador. Y es probable que en ese partido aparezcan otros Pepes, en forma de prospectos a senadores, diputados y alcaldes. Ya lo sabremos a su tiempo.

Y es bueno que en el PRI haya candidatos con ese nombre o con otros. Y es bueno que haya participación y partidos políticos. Y mejor aún que haya democracia. O intentos para alcanzarla.

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Pero para infortunio de ambos Pepes (Meade y Yunes, el caballeroso) en Veracruz, el partido que los deberá impulsar, parece más un cascarón o un esqueleto, o si se prefiere, una frágil embarcación que los conducirá a quién sabe dónde.

Y eso se debe al deterioro brutal de un partido que en los últimos años, tuvo que cargar con pillos de la talla de Javier Duarte y de sus ambiciosos acólitos, varios de ellos en la cárcel y otros con fuero constitucional o en plena fuga.

Un partido donde los militantes, que quizá ya sólo sean mil y tantos, caminaron hacia otros derroteros u otros emprendimientos. Un partido, donde los pocos que quedan y que pueden aportarle algo, son avasallados por apellidos, por rancias y sempiternas dirigencias pegadas al hueso; o por oscuras trayectorias expertas en roer el queso presupuestal.

El PRI que deberá llevar al triunfo a Pepe Meade (¡Mid, eh!, como dice el promocional disfuncional) y a Pepe Yunes, es el partido más deteriorado en el ánimo social de los que van a competir en Veracruz.

Y lo más penoso, un partido cuya economía y solvencia está en el suelo, a causa del poco flujo de efectivo de sus agremiados y aportantes, a causa de los millones de pesos que tuvo que devolver por delitos electorales, y a causa de las decenas de trabajadores despedidos y molestos porque no cobraron sus emolumentos.

Un partido ahora dirigido, dicen que sólo por pocos días más, por un joven y balbuceante dirigente, que algo bueno debe tener. Un pri minúsculo, donde las pocas mentes brillantes que le quedan son las más perseguidas con pretextos torpes. Un instituto donde una Silvia Domínguez, y dos o tres más, serán sacrificados por la liturgia peñista para meter a otros, quién sabe con qué méritos y mucha, muchísima enjundia, más que capacidades y poder de convocatoria.

Lo más grave de todo, y como ya lo apuntó la semana pasada el columnista principal del periódico Reforma, es que un personaje de “un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme” tendrá que ser llamado a participar, para que Pepe Yunes pueda hacer un papel digno, frente a un oponente con todos los recursos políticos y económicos, como es Miguel Ángel Yunes Márquez, y frente a Cuitláhuac García, al otro contrincante que cuenta con un gran respaldo ciudadano y poca capacidad intelectual, que de manera masiva e individualmente en sus decisiones, evoca a la Morenita de Guadalupe.

Si no jalan al señor de la mancha y lo meten convincentemente al redil colorado, y además de ello, hacen algo pronto y efectivo en el PRI nacional y local, el paso de Pepe Meade y de Pepe Yunes por Veracruz, se recordará sólo como aquel pegajoso sonsonete musical de origen brasileño, que guste o no, es sólo una canción gastada por el paso de los años, y que, por cierto, quién sabe qué dice.

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