Ha llamado la atención un formato utilizado en redes sociales por el senador José Francisco Yunes Zorrilla, que mueve a pensar en costosas influencias o asesorías de mercadotecnia política, que pudiera estar utilizando en su tercer intento para obtener la gubernatura veracruzana. Es una fotografía en que se le observa frescura y quizá un poco de “fotoshop” y también el uso de las letras PP en lugar del “Pepe” al que nos acostumbró por años o del “José” que intentó tibiamente hace unos meses.

De inmediato surgió la idea de que el político peroteño está acudiendo a una imagen más ciudadana, y sobre todo al recuerdo (diecisieteaños después) del Partido Popular (PP) de España y al de uno de sus líderes icónicos, el expresidente José María Aznar. Sólo basta comparar las fotografías para tratar de encontrar alguna similitud en el impacto visual.  Nada nuevo en el “renovado” PP.

Y es probable que esta intención del senador, coincida con la idea de renovación que tratan de infundirle al partido tricolor, a efecto de modificar sus estatutos y con ello permitir la entrada a la contienda presidencial de cualquiera de los candidatos que tiene el presidente Peña Nieto, incluso Meade. Cabe recordar que la próxima semana ocurrirá esa reunión cumbre del PRI, para tratar de sacar adelante el retiro de candados partidistas.

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Se habla que después de esa reunión nacional en la Ciudad de México, Peña Nieto mandará al candidato presidencial, y a partir de esa designación, surgirán los prospectos a las gubernaturas, entre ellas la de Veracruz.

Sin embargo, para Veracruz la situación es sumamente compleja. No puede haber posibilidad de triunfo cuando los grupos priistas están divididos. Y esa división es la que hundirá a la embarcación. Al final, cada uno de los líderes, no es más que un estorboso lastre. Ninguno suma y ninguno tiene capacidad de ayudar a la línea de flotación de la nave. Por otro lado, la nutrida y vieja militancia se encuentra sin liderazgos convincentes.

Y lo peor es que de todos esos lastres, los más pesados son los que tienen el nombre más conocido. Los dos Yunes rojos.

Y los dos senadores son de esa pesada densidad, primero, debido a su apellido Yunes. A como se ven las cosas en Veracruz, cada día que pasa, se percibe más remota la posibilidad de que otro político con el apellido Yunes gobierne al estado, sea del color que sea. Casi imposible.

Pero el defecto más preocupante, es el hecho de que ni Héctor ni Pepe (o José o PP), saben sumar. No lo han hecho nunca. Los liderazgos regionales y la militancia pensante, saben que en cuanto alguno de ellos pudiera ser ungido como candidato, el otro, el renegado y su gente, irán a observar la contienda desde lejos. Esto ocurre, porque al no haber un líder real, con peso específico y con suficiente calidad y autoridad moral, ninguna de las tribus priistas acatará instrucciones para trabajar por un objetivo común.

Ya ni hablar del oscuro presidente estatal del partido, o de las féminas que cuentan con algún poder económico y político para llevar a la batalla principal por la gubernatura. Elizabeth y Anilú, por ahora, están envueltas en una cruenta guerra para alcanzar la senaduría, que tampoco anuncia votos adicionales al partido.

De Héctor Yunes y su futuro ya se habló en el editorial “LASTRE”, publicado el 1 de marzo de 2016 en Palabras Claras. De Pepe, quien fiel a su estilo, calló y se sumió en aquellos tiempos, en que tuvo en sus manos la información duartista de las empresas fantasma, acaba de recibir un fuerte calificativo en contra. Y respecto a la copia del PP, si lo viera Aznar, le diría: “¡Coño, Jose, eso es vetusto y de pereza, busca otra cosa más veraniega!”.

Mientras tanto, Dante, Alemán y Fidel observan el derrotero, que no camino al progreso, que sigue Veracruz. En este escenario en ruinas, es probable que busquen lo que puedan rescatar, eso sí, no en beneficio del partido.

El añoso y pesado lastre priista veracruzano, augura un desastroso hundimiento del PRI estatal en 2018. La señal inequívoca la están dando algunas ratas gordas que tratan de salvarse en el salto a otro barco.

Todo sigue igual.

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