Bastaría con reflexionar sobre la utilidad que han tenido las comparecencias de los funcionarios mayores en el Congreso de Veracruz, para decidir que ha llegado el tiempo de desaparecer esa deficiente práctica que, salvo escasas excepciones, ha servido únicamente para fatuos lucimientos y para ir a soltar ante el micrófono cualquier clase de despropósitos, falsedades y tonterías.

Cada año, desde que se instituyó esa obligación en la Constitución, se viene repitiendo lo mismo. Los servidores públicos designados por los gobernantes y cuestionados por los legisladores, intentan en esos breves ejercicios, informar lo que hicieron durante el año. Pero casi siempre queda en intención, porque de pronto surgen situaciones que se llevan el tiempo de la comparecencia, o preguntas y respuestas que, por su amarillismo, ridiculez o morbo, alcanzan las ocho columnas o la difusión masiva en los medios de comunicación.

Especialmente en los años del duartismo y en estos dos que terminan el 30 de noviembre, la sociedad veracruzana se pregunta para qué sirvieron o sirven tales comparecencias, que no sea para hacer más gastos o para que los secretarios y diputados muestren su desvergüenza, su impreparación o, en el mejor de los casos, su gracia y simpatía.

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O alguien puede afirmar que estos secretarios que colaboraron con Yunes Linares hicieron bien su trabajo, entregaron buenas cuentas o han ido a informar realmente lo que dejan en sus dependencias. Las circunstancias indican que no ocurre ninguna de esas posibilidades.

Cuando Zairick fue a decir que ninguna empresa había cerrado en Veracruz, fue a decir una mentira que todos repudiaron. Pero el señor de Orizaba salió orondo y solamente con las posaderas entumidas. Cuando el responsable del campo le tocó acudir, los oyentes no escucharon nada, sólo la torpe queja de que su jefe le quitó el presupuesto. El secretario y un diputado experto en monturas se enfrascaron en sendas “mamadas” agropecuarias.

Y cuando tocó el turno al encargado del turismo, el señor nos compartió que su estado -en el que él se encuentra- tiene los estándares de seguridad pública de países desarrollados. Ni más, ni menos. Al jefe de protección civil, lo recibieron y le dijeron que por fin lo conocían. Ahí terminó su farsa. La de trabajo, fue a decir que deja en las oficinas miles de demandas laborales para el que sigue. “Ahí las ves”, casi le dijo al sucesor o sucesora. En una de esas obras de teatro legislativo, una diputada que le gusta andar en el aire, expuso su imagen y su mejor monólogo, sólo con el fin de salir en redes y medios informativos de nivel nacional.

Y qué nos dirán gentes como Rogelio Franco o como el olvidable titular de finanzas esta última semana. Palabras y palabras huecas y sin peso. En esas comparecencias hablarán los diputados ante el silencio y falta de sustancia que mostrarán esos secretarios. Por fortuna, buena parte de la sociedad identifica que los discursos de los diputados y comparecientes son simples, infantiles y teatrales, o dicho de otra forma, son muy predecibles por ser faltos de conocimiento.

El gobernador Cuitláhuac García debiera solicitar una modificación legal para acabar de una buena vez con esas pantomimas en el Congreso. Y de paso, que los diputados hagan la contrapropuesta para retirar del cargo a todos aquellos funcionarios mediocres que no den la talla y la batalla por Veracruz.

Esas decisiones darían credibilidad a su gestión.

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