Este lunes pudimos leer dos esclarecedoras columnas periodísticas sobre el tema de la reestructuración de la deuda bancaria del gobierno veracruzano. Le damos ese calificativo por la riqueza en los planteamientos que hacen, y el hecho de que ambas colaboraciones fueron escritas por dos estudiosos de los temas económicos y financieros en el país, quienes además ocuparon altas posiciones en la Secretaría de Finanzas y Planeación, en distintas épocas.

Nos referimos al contador público Juan Felipe Aguilar de la Llave, quien escribió la columna “REESTRUCTURA”, en la que señala la necesidad de “cambiar los términos actuales de los créditos, para hacerlos favorables a las finanzas, pero también se requiere un plan diagnóstico que minorice el gasto corriente, que es un paraje irreductible, o bien, utilizar la otra alternativa, la de aumentar los ingresos”.

El economista Rafael Arias Hernández, en su columna “¿REFINANCIAR Y REESTRUCTURAR, PARA SACRIFICAR?”, dice que “preocupa que se siga la política financiera duartista de reestructurar la deuda bancaria, aun sabiéndose que no es ni ha sido la solución. Raro que no se hable de errores, pérdidas y sacrificios sociales que ocasiona o trae consigo el redituable negocio de imponer reestructurar y refinanciar la deuda gubernamental. ¿Por qué no hay ninguna evaluación pública? El futuro ya nos alcanzó, se acumulan consecuencias y hacen crisis; más cuando gasto rebasa a ingreso y aumentan déficits presupuestales”.

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Como gente pensante y preocupada por lo que ocurre en Veracruz, se considera que sus aportaciones fueron elaboradas con el fin de coadyuvar en el entendimiento del complejo problema de la deuda pública estatal.

Y el objetivo se logra plenamente al presentar propuestas y abundamiento de datos.

Ambas colaboraciones señalan las difíciles condiciones en que fueron pactadas reestructuras anteriores, y también hacen énfasis en la necesidad de ajustar el gasto corriente.

La propuesta de reestructuración que presentó el gobierno yunista en el Congreso del Estado, fracasó ayer cuando la negociación política del diputado panista Sergio Hernández Hernández, para aprobar el dictamen de reestructura, sólo alcanzó 25 de 34 votos que se requerían. La falta de oficio político es notoria.

La oposición de morenistas y priistas fue evidente. Amado Cruz Malpica, el coordinador del partido MORENA defendió su rechazo, acusando que se les mintió y manipularon los datos.

Ante esta agobiante realidad, que pone en peligro la estabilidad estatal –como se apuraron en señalar–, tal vez sea necesario que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares insista en el tema en una forma más definitiva (no con mensajes en redes sociales), pero para ello, primero debería reestructurar varias áreas y aspectos de su gobierno, por ejemplo, componer o mejorar la relación con el Secretario de Gobernación y con el gabinete federal; revisar sus propias estructuras de decisión en cada uno de los sectores gubernamentales y darles confianza para que operen; además, analizar la conveniencia de apoyarse en especialistas que realmente sepan resolver problemas. Y sobre todo, reconocer que nadie es omnipotente ni tiene la obligación de ser experto en todas las materias.

Yunes Linares debe reestructurarse.

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