Este refrán popular que aparentemente surgió de una sentencia bíblica referida en las sagradas escrituras (Mateo 7:1-5), parece que en estos años de transformaciones, debe leerse como “El buen juez por su causa empieza”. 

Y no tiene crítica social alguna, es sólo la agregación de la letra “u”, permisible por el pueblo sabio de esta era mexicana, que por otro lado, le celebra al señor presidente que no se cambie ni un punto y coma a las iniciativas y propuestas emanadas del palacio nacional.

Y esto de que “El buen juez por su casa empieza”, según los cánones del jefe máximo, debe aplicarse sólo al poder judicial de la federación, y nunca jamás a los otros dos poderes constitucionales. 

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Y debe ser así, según el enfoque mandante, porque el legislativo actual no se ha equivocado en estos años, ya que, siguiendo esa creencia unipersonal tabasqueña, ese poder está correctamente supervisado por el poder ejecutivo, en manos del presidente de la república, quien es el hombre más centrado, más acertado, más justo y más honorable, según el pueblo sabio que en las elecciones voto por el obradorismo, primero, y seis años después, o sea hace un mes, por la continuación del “segundo piso de la 4T”, que prometió consolidar la presidenta Claudia Sheinbaum con la idea de eternizarlo o, como mínimo, acrecentarlo. 

Y esa costumbre de exigir a los jueces (mirar la paja en el ojo ajeno), pero no mirar la viga en el ojo propio, se convirtió en epidemia casi nacional, donde, ¡sorpresa!, los políticos morenistas, no arreglan nada en su casa o en su oficina, pero quieren arreglar al poder judicial federal, al ritmo que les marquen desde el sagrado aposento obradorista. Y también, los funcionarios federales actuales, desean urgentemente la modificación constitucional soñada por AMLO desde aquellos años de lloriqueos en su árbol de la noche triste.  

Igualmente los gobernadores, alcaldes y legisladores locales, emanados de Morena, quieren modificar al Poder Judicial, pero ignorando los errores y fallas en sus administraciones o posiciones. No digamos de los líderes comunales y jefes de familia beneficiarios y adheridos  a las dádivas de la 4T en el territorio nacional. No resuelven sus problemas o mejoran sus parcelas, pero se sienten conocedores y expertos para disponer el destino de un poder constitucional, y proceder a votar masivamente conforme a la bandera que les ondeen desde arriba los amados líderes. 

Ya no digamos la pandemia de ignorancia generalizada a modo guinda: de todas las profesiones, de todas las artesanías, de todas las actividades productivas y los clubes o asociaciones, surgen las voces y las exigencias “bien meditadas y reflexionadas” para lograr poner al Poder Judicial subordinado al Ejecutivo, porque así lo quiere el compañero Andrés Manuel.

Sí, señoras y señores, el enorme prohombre de la historia nacional, que bimestralmente le manda al viejito, al becario, al adulto mayor, al infante de primaria y al joven de secundaria y preparatoria, y a los miles de “ninis” de todos los programas de subsidio “social y justiciero”, su porcioncita del pastel mexicano que hay que acabarse a mordiscos de los pobres y a dentelladas de los tiburones de la corrupción modelo 4T pertenecientes a 10 o 20 familias “que ahora guisan con manteca”.

El buen juez por su casa empieza, dice aquel refrán, pero tristemente parece que nadie tiene la cabeza en la casa que se llama México.   

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