Con Javier Duarte esperando sentencia en el Reclusorio Norte de la ciudad de México, las cosas se empiezan a poner sumamente difíciles para muchos de sus excolaboradores, y que durante sus años de poder y desorden, fueron frecuentes visitantes a la oficina principal del palacio de gobierno y la Casa Veracruz.

Es casi seguro que aquellos que salieron de su gabinete por diferencias o por no haber cumplido expectativas o intereses duartistas, hayan logrado desligarse a tiempo de ese desbarajuste. Y es probable que gracias a ello no estén siendo molestados por las autoridades federales que investigan el mayor desfalco realizado a las arcas públicas en la historia de México.

Pero cuando los mexicanos vieron a Javier Duarte tras las rejas, primero en Guatemala y después en México, y conocieron el exorbitante monto de lo robado de las arcas públicas veracruzanas, es posible que llegara a su mente una pregunta, o varias, sobre lo que sucedió hacia el interior de su administración, para alcanzar esos niveles de corrupción, deshonestidad y cinismo.

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Y en este tipo de cuestionamientos, salen primeramente a relucir aquellos funcionarios que fungen como contralores generales. En el caso de esta entidad federativa, esa pregunta se enfoca al cuestionado papel que le tocó desempeñar al Contralor General del Estado en ese tiempo.

En dicha dependencia del poder ejecutivo, debemos recordar que durante esa gestión gubernamental hubo tres contralores generales, en el siguiente orden: primero Iván López Fernández, después, Mauricio Audirac Murillo, y por último Ricardo García Guzmán.

Iván López se fue de ese puesto en octubre de 2013 y a los pocos meses empezó a construir una candidatura independiente a la alcaldía del vecino municipio de Emiliano Zapata, en la que compitió este año. Mauricio Audirac, quien después de ser contralor, pasó a ser secretario de finanzas y planeación, ya sabemos que se encuentra recluido, a la espera de sentencia. Ricardo García, que ocupó el cargo durante la segunda mitad de ese gobierno, actualmente se encuentra en la banca, después de intentar ser el candidato del PAN a la alcaldía de Pánuco, que le fue negada desde la capital del país.

De Ricardo García Guzmán, es de quien la sociedad veracruzana más se pregunta. ¿Cómo es posible que no hubiera asesorado a Duarte, alertándolo de incurrir en barbaridades, como las que están desvelando las investigaciones del ministerio público federal? Y sobre todo, cómo es que tampoco vio las trapacerías que estaban haciendo varios de los principales funcionarios de esa desastrosa administración. Y lo más grave: ¿Cómo es que no atendió las reiteradas recomendaciones y las acusaciones que en su oportunidad presentó la Auditoría Superior de la Federación, que ahora se convirtieron en un dolor de cabeza para todos y para él mismo?

Y es que el doctor García Guzmán llegó con Duarte, precedido de fama pública y timbres al por mayor. Había sido contralor general en el gobierno de Miguel Alemán; alcalde de Pánuco y diputado local; presidente del colegio de contadores públicos, presidente del instituto de administración pública del estado de Veracruz (donde se doctoró), académico y escritor especializado en temas de ética, excelencia y calidad total y buenas prácticas administrativas.

Aún se recuerda en el comentario político y de café, que el contador panuquense presumía a sus seguidores las comidas que una vez por semana sostenía face to face “con Javier”, con quien además tenía línea abierta.

Al final de las cuentas y los cuentos, y aunque algunos lo intuyen o lo adivinan, nadie sabe qué es lo que sucedió con un profesional de tal gallardía y tan altas especificaciones como Ricardo.

Por esas razones, y por lo que toca a las explicaciones pendientes que exigen los veracruzanos y la Procuraduría General de la República, después del exgobernante recluído en el RENO, Ricardo García Guzmán se puede convertir en el personaje del mes. Y quizá del año.

Eso, ya lo iremos viendo.

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