Durante la gestión presidencial de Luis Echeverría Álvarez en la década de los setenta del siglo pasado, el ideólogo veracruzano Jesús Reyes Heroles percibió el peligro que para el desarrollo de México representaban las frecuentes intenciones de reelección que sin recato manifestaba el populista y mesiánico mandatario que día tras día prendía las alertas del sistema político nacional.

Eran tiempos en que el PRI se había apoderado de todo el escenario político, gracias a los modos autoritarios y antidemocráticos que en ese entonces facilitaban el carro completo en las elecciones y donde, como ahora, ya existían los partidos satélites sometidos convenencieramente a la voluntad del residente de Los Pinos.

Los sectores políticos del país recuerdan el provocador discurso de Reyes Heroles que pronunció en el estado de Guerrero en 1977, que le valió el cese inmediato en el gabinete, cuyas ideas centrales fueron la génesis del sistema democrático que prevalece hasta la fecha, pero que este mes de agosto podría ser sepultado por el obradorismo más radical y nefasto, en aras de que AMLO pueda cumplir con su sueño de tantos años: conseguir la reforma constitucional que permita el control absoluto de los tres poderes constitucionales y de todas las instituciones autónomas e independientes, para ser manejadas sin limitación alguna con la mano y el cerebro del ocupante de la presidencia de la república.

Una reforma que muchos sectores no quieren, y que de darse, haría retroceder varias décadas al país en todo su sistema político y cultural, acabando con los equilibrios y permitiendo el autoritarismo y la antidemocracia, y desde luego, construyendo las vías para otra dictadura de partido, como la que usufructuó el PRI por más de 70 años, la cual terminó cuando el PAN y Vicente Fox ganaron las elecciones presidenciales al finalizar el siglo XX. 

Esas condiciones democráticas que se perfeccionaron en 1977 con la visión y participación de Reyes Heroles, fueron las que permitieron también el ascenso y llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (en mucho, gracias al ciego apoyo de Ernesto Zedillo), que ahora para mantener el poder omnímodo que le gusta, a costa de la Constitución, insiste en acumular más poder en una sola persona, en la suya. 

La elección de junio pasado, donde el obradorismo se llevó un triunfo arrollador basado en las becas , pensiones y apoyos sociales vía deuda pública, subejercicios y reducciones presupuestales, le ha dado ánimo y valentía para pretender conseguir, al margen de los principios constitucionales y al costo que resulte, controlar las diputaciones y senadurías plurinominales que le corresponden a la oposición, en un acto de sobrerrepresentación, con el que lograría su ansiada reforma constitucional, sobre todo en los aspectos prioritarios que son los de someter al Poder Judicial de la Federación y también acabar con las diputaciones y senadurías plurinominales.  

Este mes de agosto es decisivo para que, con esa sobrerrepresentación que el obradorismo busca defender incluso con alguna jurisprudencia reciente, las cámaras de diputados y senadores que están por concluir, antes de irse, le den la mayoría calificada a Morena y sus partidos coaligados. 

La propia secretaria de gobernación de AMLO ya habla de mayoría y de altos números de legisladores, más allá de lo que marca la Carta Magna, dibujándose esa sobrerrepresentación o, dicho de manera coloquial, una sobreprotección para el Ejecutivo Federal, durante y después de su mandato.

Pero la falta de virtudes de los hoy gobernantes de México hace que utilicen a las instituciones en su propio beneficio, o en el de su clan, sin atender al bien común. Se están construyendo relaciones parásitas para permitir que sigamos teniendo servidores públicos con déficit de escrúpulos y de empatía.

El Frente Cívico Nacional impulsó la manifestación de ayer en contra de estas intenciones. México entero debe estar pendiente en estas semanas cruciales de lo que ocurre en ambas Cámaras del Congreso, en el INE y en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Puede darse el parteaguas o punto de inflexión que haría tangible y muy costosa para los mexicanos la llamada cuarta transformación de la vida nacional. 

Y Lord Acton sintetizó ese proceso: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”

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