La voz popular afirma que cuando el río suena es que agua lleva. Y por desgracia, es mucho el ruido que ocasiona el ondulante cauce de información que entrelaza a la ciudad de Puebla con la Universidad Veracruzana en Xalapa. La pareja rectora de la máxima casa de estudios del estado, insiste en hacerse notar por todos los medios, aunque no sea para bien.

La rectora Sara Ladrón de Guevara y su esposo Guillermo Heitler Aroeste han obtenido más notoriedad como binomio emprendedor, que por la calidad académica que debieran acrecentar en la institución de educación superior que tienen en su poder desde hace casi cinco años.

La gente dice que existen dos aspectos centrales que interesan a este rectorado. El primero, el que tiene que ver con el manejo de la imagen política con metas de internacionalización, manifestada con toda la fuerza en aquella marcha monumental de marzo de 2016, con objetivos “loables” para forzar recursos no pagados por el gobierno duartista, y que al final se convirtieron en simples fines personales.

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Se afirma que importa el aspecto político, si se analiza el énfasis en traer a comunicadores de altos vuelos como Carmen Aristegui, que a tiempo se dio cuenta de la trampa que le querían tender en la inauguración de la pasada Feria del Libro Universitario. O como el famoso noticiero de Javier Solórzano que desde este junio se transmite en Radio UV, y que desalojó a un programa tradicional enfocado a los jóvenes, decisión que inconformó al personal de la estación. O como el ejemplo más reciente, el de la vistosa participación de la UV en el seguimiento de temas del debate presidencial de Mérida, el martes pasado.

Todos esos casos, con el único fin de dar mayor proyección a Sarita, que no al crecimiento académico o al prestigio de la enseñanza en los diferentes campus.

El otro gran aspecto que se privilegia es el de los dineros. Empezando por los olvidados 3,200 millones de pesos que originaron la célebre marcha. El siguiente, fue el del pago de los 50 millones de pesos por la elaboración del Plan Estatal de Desarrollo (denominado Plan Veracruzano de Desarrollo o PVD) del gobierno actual. El último, la publicitada adquisición de una interesante propiedad conyugal que, de acuerdo con los papeles, se compró en doce millones de pesos, pero cuyo costo real pudiera ser mayor, en razón a la superficie del inmueble y al valor comercial de los bienes raíces en la zona donde se ubica.

Pero no olvidemos también en temas de dinero, la publicación del portal La Silla Rota, del 27 de febrero anterior, que dio a conocer un probable daño patrimonial por 551 millones de pesos que la Auditoría Superior de la Federación reportó en el informe de resultados de la cuenta pública 2016, y que entre otras situaciones, desveló pagos improcedentes a 39 académicos y líderes sindicales que cobraron sin trabajar ya que supuestamente eran aviadores o en temporada sabática.

Pero existe un asunto pendiente, un tema toral y de primer orden, que quizá la señora Ladrón de Guevara, por su formación como arqueóloga, o su cónyuge, por su cacareada especialización en estrategia y operación política y electoral, no perciben o no valoran, y que alguien debiera hacerles notar. Es el tema de la evaluación de resultados.

En la presentación del cuarto informe de labores, realizada a finales de agosto anterior, la rectora mencionó conceptos como lis, arte, ciencia, heurístico, etcétera, ofreciendo “avanzar con pasos firmes hacia la excelencia”. Cabe decir que en las cuatro hojas del discurso de ese día, jamás tocó el tema de la evaluación interna o externa de los resultados.

Y lo que no hace ruido en la loma de rectoría, o no se quiere realizar por ningún motivo, o no se da a conocer por no haber sido positiva en los resultados, es precisamente el incómodo tema de la evaluación.

 Es público y notorio que en la UV están fallando o faltando los procesos de evaluación, en dos vías. Una, la que tiene que ver con la evaluación de los programas universitarios, del cumplimiento de los objetivos institucionales y del mejoramiento de la enseñanza y la investigación, si es que esta última tarea sobrevive en los tiempos de menguado prestigio y de escasa ciencia que se perciben.

La otra, y por la que se cobró una buena suma al Estado, es la que tiene que ver con el citado PVD. Estamos a cinco meses y medio de que concluya la gestión bianual de ese Plan, y nadie de la oficina del gobernador Yunes Linares o de la UV habla respecto a una evaluación de cumplimiento de objetivos, de alcances, de avances o siquiera de comportamientos institucionales, como obliga la Ley. ¿Acaso no hay alguna corresponsabilidad por haberlo elaborado? O es que ambas partes son omisas con lo que señalan las disposiciones legales, como la propia Ley de Planeación estatal, en el caso del plan de desarrollo estatal.

En su toma de posesión como rectora en 2013, Sara se preocupó de la filosofía, de la tradición, de la planeación y de los reflectores. Como responsable de la Rectoría, Ladrón de Guevara ha procurado lo accesorio más que lo sustantivo. La universidad no debe vivir en la opacidad; no puede estar exenta de la rendición de cuentas y la transparencia. El tema de la evaluación y la posible rectificación de rumbo, son temas pendientes u olvidados. Eso sucede cuando el gusano de la política y la insana manipulación pudren a una mente que se precia de ser lúcida.

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