Si se analizan algunos síntomas y circunstancias en torno al gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, de inmediato se observan similitudes con respecto a la gestión del presidente Enrique Peña Nieto.

La primera es que los dos llegaron al cargo desde la oposición; generaron una alta dosis de simpatía y expectativas; hicieron promesas de difícil cumplimiento, enfatizando la lucha anticorrupción, y además, manifestaron su intención de hacer las cosas mejor que sus antecesores. La segunda es que ambos gobernantes han dado relevancia a un hombre fuerte, al que también le han otorgado capacidad para realizar nombramientos en el gabinete y llevar a cabo acciones determinantes en la población.

Pero también existe otra analogía: con sus intervenciones, esos hombres fuertes pueden arrastrar la aprobación o la desaprobación.

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Si analizamos el caso de Luis Videgaray, encontramos que todo México sabe desde hace un buen tiempo, que el ahora canciller es el prospecto más cercano a Peña Nieto para convertirse en su candidato a la presidencia. Para su desgracia, y debido a sus malogradas intervenciones en la gestión de su amigo y protector, los resultados no le son nada favorables en el tema sucesorio.

Recordemos solamente los casos más recientes: la visita de Trump a México el 31 de agosto pasado, sugerida y organizada por el propio Videgaray, quien tuvo que dejar el cargo de Secretario de Hacienda y Crédito Público debido a los pésimos resultados diplomáticos. Otro más en enero de este año, con el tema del desafortunado y sorpresivo gasolinazo que varios analistas le atribuyeron a él, diseñados en su época en Hacienda, y por último, su inútil reunión con el equipo de Donald Trump en Estados Unidos, que sólo consiguió maltrato a la dignidad de los mexicanos y a su presidente.

En el caso de Veracruz, desde hace muchos meses Yunes Linares ha deslizado que su proyecto político sucesorio será para beneficiar a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, actual alcalde de Boca del Río, quien por cierto, tuvo abierta participación en la inusitada toma del palacio de gobierno en octubre anterior, durante la breve gestión de Flavino Ríos.

Para hacer sentir su decisión sucesoria, ya como gobernador, Yunes Linares permitió que en la mayoría de cargos del gabinete veracruzano llegaran funcionarios afines al alcalde de Boca del Río.

El ejemplo más claro, desde donde ya se opera en ese sentido, es la Secretaría de Desarrollo Social, donde han colocado como titular a una cercana operadora de Yunes Márquez, junto a otros políticos que trabajan por ese proyecto. Igual ha incorporado en distintas dependencias a cientos de operadores políticos, aunque para ello debieran despedir a miles de trabajadores sin tomar en cuenta sus hojas de servicio.

Desde luego, la gente afectada es la primera que está repudiando el proyecto sucesorio y también será la primera en organizarse para echar abajo la posibilidad de triunfos panistas, primero en la elección de los candidatos a presidentes municipales en junio próximo, y después, en la del candidato panista a la gubernatura en 2018.

El caso más reciente que pudo haberle afectado fue el ocurrido en la ciudad de Veracruz hace unos días, cuando con malas palabras soltó un exabrupto contra el ex gobernador Herrera Beltrán por el asunto de los fármacos falsos.

En el contexto nacional, todo parece indicar que el proyecto transexenal de Peña Nieto quedará sólo en sueños. Mientras tanto en Veracruz, la idea sucesoria de Yunes Linares pudiera estar sufriendo el síndrome de Videgaray, que se transformaría en derrota cantada para Yunes Márquez.

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