Parece que desde el espacio sideral o desde algún lejano lugar del mundo de los alucinógenos, la semana anterior llegó a los veracruzanos la posibilidad de contar con la vacuna rusa contra el Covid-19. Algunos medios de comunicación dieron la noticia de que un visionario empresario local tenía disponibles dos millones de vacunas Sputnik para venderlas a los interesados a razón de 800 pesos por unidad.

Debe reconocerse que esta primicia generó entusiasmo en amplios sectores sociales de la capital del estado y del puerto de Veracruz. Pero el ánimo decayó cuando la gente se enteró de la identidad del comerciante de las vacunas rusas. Y su credibilidad se fue a un hoyo negro en menos de 24 horas, cuando el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) negó tratos mercantiles con el habilidoso comerciante xalapeño y renombrado militante panista. Así llegó el fin de esa pequeña historia que debió llamarse Alejandro Cossío, el Sputnik jarocho.  

Ahora, por qué no pensarse de otra manera: Ojalá y no aparezcan medios de comunicación, afirmando o sugiriendo que el gobierno de AMLO cerró con su contraparte rusa, el compromiso de que la vacuna no se le venda a nadie más que no sea el gobierno mexicano. O como dirían los españoles, que los gobiernos se aconchabaron con sendos vodkas de por medio, para impedir suministros a terceros incómodos y tirar posibles tratos como el de Cossío. 

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Ahora este azulado señor va a tener que explicar a los veracruzanos varias cosas. La primera es el precio de venta que él mismo difundió, y más que otra cosa, por qué pretendía tan alto pago -800 pesos-, cuando la OMS, la UNICEF y algunos medios de Hungría y Argentina han señalado en 10 dólares el precio base de la vacuna (alrededor de 200 pesos).  

También tendrá que explicar y mostrar los papeles firmados· sobre las contrataciones farmacológicas que él presume y cómo es que ofreció a gobiernos de otros estados hasta cuatro millones de unidades. No estaría mal que el propio PAN, obligara a su correligionario a explicar su verdad. Porque si no lo hacen, se pensará que Cossío ya es un moreno caballo de Troya para minar la confianza panista. 

Pero también en otras latitudes hay gente en la estratósfera. Bingen Rementería dejó la diputación y ya casi es alcalde de Veracruz, según dicen su papá y algunos escribidores que recibieron sus encuestas. Raúl Arias quiere ser alcalde de Xalapa. Renato Alarcón aplicará librito priista y presupuesto para pelear Emiliano Zapata. Para la gubernatura siguen apuntados los que tienen escriturado el estado: los Yunes en todas sus ramas. Miguel Chico quiere la pluri; Pepe la diputación de Coatepec y Héctor le da duro a las redes sociales y uno que otro video para que no le coman el mandado. 

La política es un negocio: los que están allí quieren sus abundantes bienes. A muy pocos participantes les interesa el bien común y atender las necesidades de la sociedad. Algunos pretenden mercadear hasta con vacunas, suplementos y sanitizantes milagrosos. Otros quieren seguir viviendo del erario. 

La tragedia es lo que poco importa; la ganancia es lo que manda y nadie quiere estar en el error…

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