El presidente López Obrador acaba de anunciar que continuará con la austeridad y reducción presupuestal en las dependencias y entidades del gobierno que encabeza. Pero los ajustes en el gasto público se hicieron costumbre y ya van para el tercer año. Precisamente, otra de las noticias de esta semana tiene que ver con el importante subejercicio superior a los 34 mil millones de pesos en las instancias federales de salud como IMSS e ISSSTE, con todo y que esos organismos tienen que afrontar los delicados problemas de la pandemia de Covid-19.

Pero el asunto de los subejercicios es una deficiencia en los tres órdenes de gobierno y son recurrentes y oportunamente informados a la sociedad por los medios de comunicación y las organizaciones y observatorios ciudadanos a quienes les preocupa el tema. Entre menos gasto público, menos resultados de gobierno y desde luego, menos trabajo por el bien común. Hasta pareciera que son subejercicios bien calculados y administrados desde la cúpula.

Y no es la única manera en que el gobierno se vuelve a hacer de los recursos programados no comprometidos “que las dependencias no pueden gastar”, recuperándolos al término del ejercicio anual, para poder redireccionarlos a otras necesidades prioritarias en la cabeza del mandatario: por ejemplo, todo aquello que tiene que ver con el fortalecimiento y mantenimiento del esquema de “Estado de Bienestar” que puso como primer objetivo de su estrategia social y electoral para mantener el poder y la aceptación de la gente. 

La otra manera, muy efectiva, por cierto, es la relacionada con la creciente recaudación de impuestos como el ISR y el IVA. En diciembre nos informaron que dado que ha sido exitosa la intervención ante los grandes tiburones de la industria, que llevaban años sin pagar los adeudos, ahora vendrían contra las pequeñas empresas y los prestadores de servicios a nivel nacional, entre otros sujetos de recaudación, a quienes vigilarán puntualmente. 

Si se analiza esta disposición a fondo, tendremos que aceptar que las economías regionales sufrirán una especie de efecto sándwich, donde la perjudicada final será la población entera.

Por un lado, todo el recurso no ejercido, se convierte en un faltante en obras o servicios para la sociedad inerme, y por el otro lado, si llega la federación a presionar a trabajadores y emprendedores informales para que paguen impuestos, como ya amenazaron en la Navidad, todo ese movimiento recaudatorio se traducirá en mayor empobrecimiento y falta de flujo de efectivo. 

 Imaginemos este escenario, si tan solo en Veracruz, el 56% de sus trabajadores están en el empleo informal. Habrá muchos pequeños emprendedores que podrían decidir por la baja de puestos de trabajo para poder cubrir esos impuestos que persigue Hacienda. 

Todo ello tiene una lógica: te cobro impuestos para poder pagar y asegurar las pensiones a adultos mayores, las becas a estudiantes y apoyos a sembradores agrícolas, pero ahí está el detalle: se dan vía entregas de dinero en efectivo o en tarjetas, sin mayor auscultación o fiscalización, como están advirtiendo los expertos y la propia Auditoría Superior de la Federación.

Al final del día, dos factores presionan fatalmente a los veracruzanos, haciendo una eficiente pinza aniquiladora o exprimidora: por arriba, los subejercicios o devoluciones a la federación supuestamente “por ineficiencia operativa de los gobiernos”, y por abajo en el suelo, la maquinaria inquisitiva que se acerca poco a poco arrasando a todo el sector productivo no cautivo para que se caiga con los impuestos en el SAT. 

Señoras y señores veracruzanos, no hay de otra. El gobierno central quiere las canicas, los centavos y los cacahuates. De poquito en poquito, llenarán las alforjas. Hacienda viene por lo que necesita para sostener los programas de AMLO, especialmente en este año de elecciones intermedias. Cuide su salud, regularice sus papeles y proteja sus intereses porque “¡ahí vienen los federales!”.

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