14.03.2016

Ni la más perversa de las maquinaciones para destruir que se hayan elaborado en Veracruz, pudo haber conseguido la opinión que la gente tiene en estos días sobre la institución de gobierno y sus integrantes, sobre las cosas de palacio, sobre los logros publicitados, y en general, sobre todo aquello que tiene que ver con el gobernador de Veracruz.

Desde hace varios años, en el palacio de Enríquez se ha observado una espeluznante facilidad para complicar los asuntos, enredar las madejas, enturbiar los ambientes, y en suma, para dejar de hacer lo que el mandato constitucional establece y lo que la sociedad veracruzana anhela.

Anuncios

Los ejemplos son varios en cada una de las áreas que se toquen. No hace falta mencionarlos, son bastante conocidos y los resultados se transformaron en lamentos que salen de la médula.

Gregorio Marañón, el gran psicólogo español del siglo XX, en sus libros Tiberio y El Conde-Duque de Olivares: La pasión de mandar, nos habla de Roma y España durante las épocas en que vivieron esos personajes históricos, de sus modos y excesos de gobierno y de sus esplendores y decadencias sociales. Esas lecturas nos recuerdan lo que ocurre en este estado actualmente.

Pero no hace falta acudir a los libros para conocer en primera persona hechos, rumores y humores sobre el acontecer veracruzano. Si nos trasladamos a la plaza, al mercado o a los pequeños espacios de reunión social, con alta probabilidad percibiremos en las conversaciones un disgusto generalizado que deja entrever la poca o nula apreciación hacia el gobernante, y también opiniones de que en la elección venidera puede haber sorpresas lamentables si se está en el lado equivocado.

De lo comentado, no deja de sorprender que existe un hartazgo social que no cesa en los lugares a los que por necesidad u ocio se acude. La gente está mínimamente interesada en las “propuestas” o comentarios de los personajes que andan buscando el voto ciudadano.

La gente calla lo que sabe, lo que escucha o conoce, pero existe la impaciencia de que todo termine en Veracruz de una buena vez. El reflejo social es despertar de la pesadilla para encontrar un nuevo horizonte. Las cosas parecen estar definidas sin necesidad de encuestas, alborotos, fintas y distracciones mediáticas. En Veracruz la plaza ya se entregó y el final se acerca. Los de arriba siempre se entienden, los de abajo y los tontos, son los que pelean. (AF)

 

Publicidad