José Antonio Flores Vargas

En la historia musical de Veracruz y en la de su canción tradicional, el arpa ha tenido un lugar especial. El fandango, la versada, las décimas y los grupos de jaraneros, han estado íntimamente ligados a este instrumento, muy apreciado en México y en países como Venezuela, Chile o Paraguay.

La bamba, El siquisirí, El balajú y El Colás, son piezas que interpretadas con arpa, han dado la vuelta al mundo. Todas ellas, originarias de estas tierras jarochas.

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Gracias a esa música, en varios países del mundo recuerdan los sones jarochos de la Negra Graciana con el Trío Silva, el arte del maestro Alberto de la Rosa y su Tlen Huicani y en los años recientes, a una brillante promesa del arpa veracruzana, el joven Eduardo Viveros Collín, originario del municipio de Alto Lucero y su ya famoso festival de Cerrillos.

Pero pasemos a otros temas menos divinos y más terrenales respecto al arpa. El descuidado manejo de este instrumento por aprendices de cuarta, ha dado lugar a un dicho popular, referido a algo que se deja de lado o se abandona a su suerte, que puede ser un asunto, una cosa, una intención, o como pasa en Veracruz, todo un gobierno.

Tirar el arpa, es una frase asociada a los flojos, a los ineptos, a los irresponsables y a todos aquellos que no saben llegar a una meta o a un objetivo.

Objetivos, como los que ofreció y no cumplió Javier Duarte, el gobernador que se deshizo en seis años y desbarató la economía estatal y la del gobierno que aún encabeza, incumpliendo todos los compromisos que enarboló en su campaña y protestó cumplir en la toma de posesión.

Un gobernador ya etéreo, que ha dejado al estado en bancarrota. De plano, un gobernador que ya tiró el arpa, al que han secundado sin ningún disimulo sus funcionarios principales, que prefieren esconder la cara, porque ya no tienen ni siquiera, una palabra cabal y creíble, que darle a los ciudadanos, proveedores, contratistas, jubilados o becarios que llevan meses exigiendo pagos o apoyos pendientes.

Las protestas, las marchas, las tomas de oficinas que ocurren y seguirán hasta el 30 de noviembre, porque los esperanzados veracruzanos piensan que algo pueden rescatar. Porque no quieren entender el mensaje tácito de los funcionarios borgianos del ORFIS, que desde la semana pasada empezaron a descubrir la cuantía de recursos que ya no están en las arcas de la Tesorería. De manera mezquina, lo están informando después de tres años de silencio cómplice.

La sociedad se pregunta cómo es que las partidas de sueldos y salarios se incrementaron como nunca, a pesar del pobre resultado en obras y acciones sociales, y cómo es que toda esa gente permanece en oficinas sin hacer nada y sin entregar resultados al pueblo.

Ante este modo unísono de tirar el arpa, del gobernador y sus colaboradores que no quieren dar la cara, quizá la gente descubra que si la población se une, pueden hacer dos cosas más efectivas: buscar cómo cercar a los peces gordos, y ya cercados, y sin contemplaciones, empezar a tirar arpones a discreción.

Si ellos han tirado el arpa, nosotros podemos tirar arpones. Así no podrán escapar ni peces gordos, ni tiburones y ni siquiera ballenas.

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